Cuando la mentira es la verdad: los algoritmos, a la caza de mentes ingenuas

A diario se afirman cosas que no son verdad, pero que muchos prefieren creer. Eso, además, los moviliza a darle crédito a la mentira y buscar apoyo para que muchos más les ayuden a hacerla más creíble porque les gusta, porque les conviene, porque es más fácil así.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

De repente, miles de personas se suman alguna "causa". Un amigo compartió algo en Facebook que le pintó adecuado apoyar. Y como muchos amigos comparten gustos y lo han contado al "dios" big data, rápidamente todos están más que convencidos que la mentira es verdad y que hay que hacer todo lo posible para que, si en serio no es verdad, lo sea.

Parece ridículo, pero pasa en nuestra cara. Alguien afirma que tal cosa es real y muchos se lanzan a la conquista de likes o la militancia retuitera. Con pasión religiosa -esa que no admite que se presente ninguna duda- exigen a todo el mundo adhesión a su "causa" que, en realidad, hasta puede no tener sentido o, al menos, carecer del peso, justificación, elementos de prueba para ocupar tal dimensión en la vida cotidiana.

En definitiva, muy fácilmente una mentira se presenta como verdad y, plebiscitada a fuerza de retuits y likes, adquiere un ropaje de verdad, sin serlo.

El asunto de las noticias falsas o fake news llegó después de que durante todo un año (2018) nos ocupáramos del factor previo y profundo sobre este punto: las posverdades. No se sabe si continuará en 2020 creciendo, al punto de generar una disputa de tribus, en las que la "realidad real" no tiene cabida y es remplazada por la "fe" que unos grupos le tienen a algunas afirmaciones, contra los otros convencimientos infundados -creencias cerradas y convenientes a su defensor- que se van afirmando a fuerza de copiar/pegar/retuitear.

Algunos ejemplos vivimos por estos días con fuerza: se afirma que hay que derogar una ley que casi nadie de los que le oponen (con pasión desenfrenada) ha leído, ya que descreen de todo, hasta de que exista, de que se vaya a cumplir, de que se haya tratado con libertad. 

En este micromundo que se multiplica con voces más famosas a las que han convencido de que se trata de una lucha entre el "bien" y el "mal", no está en juego un debate razonable, sino de fantasías repetidas tantas veces que se vuelven una superstición con peso propio. Y como tal, todo aquel que defienda esa posición -aunque sin basamento racional- anuncia castigos divinos por discrepar con ellos. Vuelven "sagrado" y distante de lo humano algo que necesariamente requiere del uso del cerebro en sus cabales y no de sensaciones. Niegan el presente y plantean un escenario imaginario que no contiene componentes que no convienen a su relato, o que puedan echar por tierra con la construcción virtual echa carne en movilizaciones y proclamas.

Todavía está en discusión a escala global cómo romper el hechizo que está generando movilizaciones neofascistas en todo el mundo, a raíz de cualquier detonante y que siempre termina mal, con anarquía, divisiones y hasta muertes. Por supuesto: hasta los términos de la ciencia política clásica se han ido diluyendo, al punto de que los nuevos zombies convencidos de que "la mentira es la verdad" acusarán de fascistas a los que no se adhieran a sus movimientos que buscan colectivizarlo todo por fuera del orden constitucional, invocando a líderes supremos humanos o tótems temáticos y simulando (creyendo) que ejercen una democracia masiva y directa, interactuando solo con sus pares algorítmicos de las redes sociales, hasta negando que haya millones de personas que ejercen la ciudadanía por fuera de su realidad virtual, arrogándose una condición que desde sus smartphones podría ser calificada de supremacista, aunque argumenten todo al revés y al contrario de esto.

Es un problema grave que unos se arroguen representatividades que solo consiguieron con grupies temáticos con un pulgar arriba en las redes cuando hay otras representaciones bastante más trabajosas de conseguir: el voto popular en elecciones libres, con voto obligatorio. Y no pareciera ser una casualidad que quienes arrastren gente desde la mentira que ofrecen como "verdad revelada", sean justamente aquellos a quienes la ciudadanía dejó sin cargos de representación. Actúan como vengadores de su derrota acusando a todos los demás de ser los realmente perdedores.

Si no se equilibra con algún grado de racionalidad la distribución de argumentos falsos o si los representantes verdaderos siguen con miedo a la invasión zombie, sin hacerle frente con la argumentación racional como arma, todo puede volverse un bucle en la historia, irresoluble, sin puentes ni diálogo posible. Sin salida. Probablemente esto último sea -hay que empezar a evaluarlo- lo que los derrotados de la democracia pretendan hacer cundir al difundir falsedades sobre todos los que no los votaron, los que descubren su estratagema y la cuentan. 

La mentira nunca será verdad, la disfracen del color que quieran y seduzca a quien esté débil para ser convencido con facilidad. Pero hay que generar un gran cerebrazo para que todos piensen por sí solos y no entreguen en alquiler sus cerebros. Podrá ser mas fácil y cómodo entregarlo: la consecuencia es algo tan irreparable como sobrevivir esclavizados en una burbuja de tiempo sin posibilidad de experimentar la posibilidad de avanzar, crecer, salir del pozo y el lamento. Y ser felices, en lugar de hallar satisfacción en la autoflagelación.  

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