¿Una plaga menos?

Carlos Lombardi es abogado, profesor de Derecho Constitucional, especialista en Derecho Canónico y asesor de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico. Se refiere al anuncio de la Iglesia de separarse financieramente del Estado.

Carlos Lombardi

Los obispos católico-romanos residentes en el país han tomado la decisión de financiar su institución religiosa de modo autónomo, sin subsidios estatales. La nota publicada en Memo da cuenta de ello.

Desde una perspectiva republicana y laica, que el Estado nacional deje de subsidiar a la casta episcopal no deja de ser una buena noticia.

La Iglesia Católica, bestia institucional históricamente dedicada no sólo a vampirizar mental y espiritualmente a seres humanos, sino a parasitar al Estado, es beneficiaria de no pocos privilegios políticos, legales y económicos en nuestro país. Su sostenimiento es uno de ellos.

Herederos materiales del genocida Videla, los prelados han repetido sin cansancio que "que lo que el Estado ponía no alcanzaba ni para cubrir el 4 por ciento de sus necesidades", frase que ratifica el carácter prebendario del subsidio, sueldo o asignación.

Una decisión con estilo clerical

No se crea que la decisión surgió del rebaño servil y obediente, el mismo que miró para otro lado cuando un ex funcionario estatal dejaba bolsos con cientos de dólares en la puerta de un convento de monjas. Tampoco se trata de un gesto de renunciamiento, o de una idea modernista. La causa es un indicador más realista y tuvo una chispa que sirvió de disparador.

El entonces Jefe de Gabinete del gobierno macrista fue quién comunicó a legisladores y legisladoras que los recursos destinados al sostenimiento de la fe católica representaban 130 millones de pesos en el presupuesto nacional, destinados básicamente a salarios de los obispos.

Cabe aclarar que lo que la sociedad argentina mantiene con dineros públicos no es la fe de nadie, sino una religión y su respectiva iglesia, es decir, el catolicismo romano. Es el hecho cultural religioso, no la opción personal de la fe (Cf. José María Castillo), lo que se sostiene desde el Estado. Una cosa es la religión, otra la fe. Por esa razón el catolicismo romano no es cristiano, mucho menos su clerigalla.

La idea de mayor autonomía no provino de aquellos anuncios. Su punto de partida fue la realidad que abofeteó fuertemente al colectivo de oligarcas llamado "Conferencia Episcopal Argentina", en 2018.

Sostuvo su presidente: "Estamos terminando un año sumamente difícil. Muchos acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses nos han provocado perplejidad, y al mismo tiempo nos plantean grandes desafíos pastorales para ser iluminados a la luz del Evangelio. Son situaciones complejas y conflictivas, que esconden un mensaje que tenemos que descubrir. Repasando el año transcurrido, recuerdo y enumero algunas:

a) La habilitación del debate sobre el aborto y su repercusión en muchos de nuestros jóvenes, incluso de nuestros colegios y comunidades a quienes hemos visto tomando partido con su pañuelo verde.

b) El fenómeno de las apostasías que apareció posteriormente.

c) Las denuncias de abusos que aumentan el dolor en lo más profundo del corazón de la Iglesia.

d) Hemos sido testigos también de ataques a la persona del Santo Padre desde dentro y desde fuera de la Iglesia de un modo que no tiene precedentes, lo que genera la escasa difusión de su pensamiento y de su prédica. Esto se extiende a la Iglesia toda ya que parecería que decir algo bueno sobre ella no es políticamente correcto" (116° Asamblea Plenaria (Pilar): Homilía de Mons. Oscar V. Ojea, https://episcopado.org/contenidos.php?id=1823&tipo=unica).

Dicho de otro modo, el repudio social, en especial, de las jóvenes generaciones, incluso católicas, fue la causa por la que los prelados decidieron dar un paso al frente.

Ese repudio se plasmó, por ejemplo, en campañas de separación Estado-iglesia y de apostasía colectiva que surgieron como respuesta al penoso rol que ejerció la iglesia obstaculizando un proyecto de ley laica - sobre el que no tiene competencia - como fue el de interrupción voluntaria del embarazo. Campañas que seguirán cada vez que los prebostes pretendan entrometerse en cuestiones que no les incumbe.

Al repudio social se sumaron el mantenimiento del sistema de encubrimiento de sacerdotes pederastas - vigente a la fecha - y la figura del papa demagogo, patrono de la división de los argentinos.

Covid-19 mata religión y sincera participación

Como se sabe, el aislamiento social, preventivo y obligatorio afectó a los hechos culturales que se manifiestan en reuniones de personas. Espectáculos, deportes y religiones sufren el duro golpe.

El caso religioso ha sido protagonista de situaciones pueriles (la rebelión de creyentes en San Rafael que se negaron a recibir la hostia en la mano), incremento de la superstición y el mito (pasear imágenes de yeso y madera por aire o tierra, enviar invasivamente inútiles cadenas de oración por redes sociales), quejas de pastores y curas (por la limitación al derecho de profesar el culto) y protesta episcopal (por el ninguneo de los gobernantes y la tardanza en habilitar la apertura de templos).

Más allá de lo caricaturescas que parezcan aquellas situaciones, lo cierto es que la pandemia blanqueó la realidad de la religión de los obispos en dos aspectos: su irrelevancia social y el sinceramiento en cuanto la real participación de fieles. Este fue el aspecto que permitió concretar la decisión de cierta autonomía económica.

De todas las plagas que trajo la Iglesia Católica al país, la del financiamiento parecería mermar, pero sólo en cuanto al no pago del sueldo a los obispos quienes, una vez que se oficialice, deberán rendir cuentas del destino de los dineros salidos del erario público.

Quedan, pues, numerosas plagas clericales con la que el dios católico castiga a los argentinos sobre las cuales los únicos antídotos son más república y más laicidad.

Esas plagas son las que la sociedad plural y libre debe extirpar para poner en su lugar a la religión católica y su iglesia, es decir, el mismo que ocupan el resto de las religiones dentro de un estado de derecho laico, sin prebendas ni privilegios para nadie.

EL AUTOR. Carlos Lombardi es abogado, profesor de Derecho Constitucional, especialista en Derecho Canónico y asesor de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico.

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