Momento de reflexión para los partidos políticos

Oportuno análisis de situación para un 8 de marzo de continuidad de la lucha por la reivindicación de la lucha por los derechos de las mujeres. Un artículo de Luciana Ibañez Mendez.

Luciana Ibáñez Méndez

Hablar de género no es novedoso ni innovador. Hace décadas que academias, organismos internacionales y organizaciones económicas y sociales vienen dando cuenta de la necesidad imperiosa de incluir al género en las leyes, políticas y programas, en todos los sectores y abarcando todos los niveles. Esta necesidad se encuentra enmarcada en un claro objetivo: lograr que mujeres, varones y otras identidades se beneficien por igual, impidiendo que se siga perpetuando la desigualdad.

Ya en 1997 el Consejo Económico y Social (ECOSOC), principal órgano de coordinación de las actividades económicas y sociales de las Naciones Unidas, compartía dos definiciones muy claras sobre la perspectiva de género. En ellas señalaba que "la igualdad de género es el objetivo de desarrollo general y a largo plazo", mientras que la incorporación de la perspectiva de género es el "conjunto de enfoques y procesos técnicos e institucionales que se adoptan para alcanzar ese objetivo". Nunca lo habíamos tenido tan claro.

A su vez, el ECOSOC en conjunto con otros organismos e instituciones especializadas de carácter internacional, con la vista puesta en el futuro, proponían transformar instituciones sociales, leyes, normas culturales y prácticas comunitarias que fuesen discriminatorias, fundamentalmente, aquellas prácticas que limitan el acceso de las mujeres a la vida económica, financiera y política.

El futuro ya llegó, y la verdad es que no hemos avanzado tanto. Transformar las instituciones, las leyes y las normas culturales no es tarea fácil, requiere de decisión y compromiso de aquellas personas que detentan el poder. Si pensamos que históricamente el poder ha sido manejado por varones, entendemos la complicación de la ecuación.

En el mismo año que el ECOSOC brindaba conclusiones de tinte feminista, Nancy Fraser, una filósofa e intelectual estadounidense reflexionaba acerca de las desigualdades que atraviesan a las mujeres en la vida política, visibilizando que estas desigualdades son numerosas y ubican a las mujeres en una posición de desventaja. Pero el punto que nos interesa destacar de la filósofa es su planteamiento sobre que dichas desigualdades requieren ser discutidas explícitamente dentro de los espacios políticos, como una forma de demostrar la voluntad de los partidos políticos para revertir estas desigualdades.

Estas líneas apuntan a un mismo lado: estamos en año electoral y debemos exigir que los partidos políticos estén a la altura de las circunstancias, las fórmulas estén integradas por mujeres, que en las listas ocupen lugares entrables, discursos que no oculten la existencia (y las problemáticas) de las mujeres.

Debemos mirar los procesos que se dan hacia el interior de los espacios políticos y bregar para que sean las mujeres quienes ocupen posiciones de poder. Hay que terminar con la doble moral de aquellos que usan el discurso feminista solo para formar parte de la agenda.

Revertir las desigualdades en áreas como la educación, la salud, la economía, la violencia y la toma de decisiones requiere de una estrategia integral que sí o sí debe incluir a las mujeres. Invisibilizarlas es negar años y años de construcción feminista. Los partidos políticos no pueden ser ajenos a esta demanda. Este es el gran desafío que impone este siglo para estar a las altura de los nuevos paradigmas.

LA AUTORA. Luciana Ibáñez Méndez. Politóloga, diplomada en Género, Cultura y Poder. Consultora en Género.

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