¿Sexo o género? Desarmando una ideología

"La exaltación del amor romántico, la virginidad femenina, el desprecio a la mujer soltera o solterona, el cotejo y conquista del varón son parte de lo que llamamos construcción de género, es decir, un conjunto ideológico que determina cuál es nuestra función en la vida y manera de comportarnos". Escribe Emiliana Lilloy

Emiliana Lilloy

Uno de los temas más controvertidos que plantea el feminismo es la división entre las dos categorías: sexo y género. Esta distinción que logró su máximo desarrollo en las feministas intelectuales de los años 70, nos dio la explicación de cómo se logró que la mitad de la población fuera privada de derechos y puesta en la condición de animal doméstico frente a la otra mitad.


Tengo derecho a controlarte 

Es que lo que llamamos género no es más que un conjunto de normas imaginarias -inventadas por el homo sapiens-que determinaron cómo debían comportarse las personas según nacieran con un sexo u otro. Porque nadie niega que en nuestra especie nacemos mayoritariamente varón o mujer (digo mayoritariamente porque existen muchas personas con intersexualidad, es decir, personas cuyos cuerpos no se encuadran anatómicamente dentro de los patrones sexuales varón/mujer)

Lo que sucedió en nuestra organización social conforme a los dioses en los que fuimos creyendo y los intereses que surgieron según las formas de organización económica que fuimos adoptando, fue que construimos un imaginario que determinó qué roles y tareas debía realizar cada sexo en esta tierra.

Para justificar la distinta asignación de tareas y la superioridad del varón sobre la mujer, fue necesario invocar a los dioses que mandaban a la mujer a la obediencia, a la vez que se construyó todo un sistema filosófico y seudo científico asignando a la mujer características como la abnegación, sumisión, emocionalidad, dulzura y servicio. También se la privó de razón en el discurso, y cualquier ejercicio del pensamiento por parte de las mujeres fue proscripto, negado e invisibilizado. Luego sólo bastó educar: cada persona que nació en estas sociedades asumió estos roles y mandatos como naturales y así fuimos perpetuando la estructura a través de símbolos culturales que nos indicaban cómo comportarnos para ser aceptadas/os.

¿Cómo se entiende si no, que nuestras abuelas se vistieran de blanco y caminaran hacia un altar, sintiendo que ese era el día más feliz de sus vidas, cuando la firma de ese contrato -el matrimonio- era el que las privaría de todos los derechos civiles y las ponía bajo la autoridad del varón hasta que la muerte los separe?

No paran de exhibirse y nadie para de mirar

¿Qué creímos las mujeres que era lo más correcto o beneficioso para nosotras como para someternos a tal injusticia?

La exaltación del amor romántico, la virginidad femenina, el desprecio a la mujer soltera o solterona, el cotejo y conquista del varón son parte de lo que llamamos construcción de género, es decir, un conjunto ideológico que determina cuál es nuestra función en la vida y manera de comportarnos.

Así, cuando hablamos de género, no queremos decir que no existen varones y mujeres, o que como dicen algunas personas, pretendamos que la categoría mujer deba desaparecer. Tampoco debemos pensar que hablar de género implica necesariamente transexualidad. Las personas transexuales simplemente se identifican con un modo de ser o identidad femenina o masculina según el caso, es decir, con ese modo de estar en el mundo que hemos asignado a varones y mujeres.

Siendo mujer, puedo no identificarme con las actividades y roles que se estiman femeninas y eso no me hace transexual. Por el contrario, el hecho de no asumir los mandatos femeninos, no me hace menos mujer o cambia mi sexo. Lo complejo para nosotros/as es poder pensar un mundo en que una mujer asuma conductas que históricamente han sido asumidas por los varones sin juzgar aquello como una aberración o anomalía, y viceversa.

Esta es nuestra construcción genérica. Este es el imaginario que intentamos desarmar a fin de que las personas, sin importar el sexo que tengan, puedan manifestarse libremente e indentificarse con cualquiera de los dos sistemas de creencias -lo que creemos que es un varón y lo que creemos que es una mujer-, hasta que finalmente nuestra humanidad supere este sistema de asignación y tareas y no necesitemos categorías como cis y trans para definirnos, porque todas las personas podamos asumir formas de vestir, pensar y actuar independientemente de nuestra genitalidad.

Es difícil aceptar estas ideas, sobre todo porque desde que nacimos nos dijeron cómo debíamos comportarnos y en este sentido nuestro género es parte de nuestra personalidad, es lo que somos. Si a las mujeres mendocinas de mi generación les dijeran, por ejemplo, que ellas debían telefonear a los chicos que les gustaban, invitarlos a cenar, buscarlos en el auto y luego de pagar la cuenta, intentar besarlos antes de dejarlos en su casa, dirían que eso es extraño. Esto, en caso de que a los 20 les prestaran el auto y dieran dinero para hacerlo.

Estas pequeñas cosas nos muestran con claridad de qué se trata la construcción de género que hemos normalizado. Esta en nuestra vida, en nuestras casas, en nuestro espacio de trabajo. Y si bien, esta ideología hoy no nos causa el daño que les hacía a las mujeres y disidencias hace algunos años impidiéndoles trabajar, votar, etc, aún hoy es la fuente de las desigualdades y la violencia. Es por ello que vale la pena pensarlo, y poco a poco, cada persona en su ámbito, lograr desarmarlo.


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