Mendoza debe llegar a ser un destino de turismo en todo tiempo y circunstancia

No debería "farolearse" de igual modo cuando llegan oleadas de turismo porque somos "baratos" y la moneda no vale nada, que cuando deciden venir a Mendoza porque ofrece todo, por si sola, para el turista. Es mejor un diagnóstico duro que un autoconformismo engañoso.

Memo

Mendoza, lejos de conformarse con su realidad, tiene la oportunidad de consolidarse como destino turístico sustentable, y no solo como un lugar bonito al que se puede ir solo cuando se deprecia la moneda argentina.

En los últimos años ha crecido notoriamente el posicionamiento de Mendoza. Sin embargo, hay una forma de leer las cifras para autosatisfacerse y otra, que sirve para diagnosticar. Con la primera, los funcionarios piensan que son los artífices de las olas turísticas y generan a su alrededor un halo mágico que es artificial. El esfuerzo lo hacen otros: los privados, que bregan a diario por inversiones en materia de infraestructura para que los turistas no mueran, por ejemplo, por caer en el pozo de una ruta, o que haya conectividad para que puedan pagar con dinero digital. 

Ni hablemos de la necesidad de desarrollo de áreas de servicios, en donde se preserve la dignidad de un visitante que requiere, por ejemplo, de ir al baño.

La seguridad es otro de los puntos que hacen que un destino turístico sea atractivo o, todo lo contrario, y hay allí toda una tarea pendiente.

Mendoza no pierde turistas porque la prensa cuente la verdad, sino, en todo caso, porque los análisis en los que basan los funcionarios para programar sus acciones son engañosos: se autoconvencen de lo presuntamente maravillosas son sus gestiones y descartan las luces de alerta. Se enamoran de sus teorías y piden que se las replique sin margen de cuestionamiento. Acusan, en tal sentido, a quienes las advierten, de "atentar contra Mendoza", o cosas así de mañosas, en un discurso antiguo que ya no convence a nadie.

Mendoza ha llegado a estar bien, pero tiene que estar mejor. No basta con oleadas de visitantes gracias al peso barato, casi de caridad. Puede llegar a ser un destino que convoque por sí mismo, todo el tiempo, en cualquier circunstancia.

Las excusas son conocidas y están siempre a mano, trilladas, casi de "casta", para usar un término en boga. Si no viene nadie, es "por culpa de otros". Si vienen muchos, "es gracias a mi trabajo".

Pero los integrantes de los engranajes que hacen al turismo, en todos sus niveles y sectores, saben cuál es la verdad. Que acuerden todos decir tal o cual cosa en público, en base a fantasmas que les sirven de pretexto, es otra cosa: la realidad es una sola y en algún momento el maquillaje se cae.

Si la crisis hace que menos gente del país venga a Mendoza, hay que buscar que o hagan otros, de otras partes, aun sin cambio monetario conveniente. No es sencillo y el desafío está en comprender cómo calibrar la complejidad para que Mendoza turística, con sus bellezas y sus ofertas para los visitantes, sean imbatibles.

Mejor, ponerse manos a la obra -o seguir haciéndolo, ya que se valora lo logrado- que exigir un discurso uniforme y aplaudidor todo el tiempo. Saliendo del "Narnia" de las declaraciones bonitas y autoconformistas se obtendrán resultados mejores, muy probablemente.

El aplauso es, en todo caso, para los que hacen el esfuerzo en tiempos adversos desde cada uno de los lugares, con o sin resultados en función de las circunstancias, porque de su persistencia depende el futuro de las actividades que hacen al crecimiento del sector.

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