Soy la tranquera

Acerca de "los límites" escribe el doctor Eduardo Da Viá este domingo, en una nota en la que recurre a la literatura para enfocarse luego, con toda la fuerza, en la realidad argentina.

Eduardo Da Viá

Soy la tranquera, conocida por la mayoría de los argentinos, por cuanto soy la puerta que permite u obstaculiza según los casos el paso por lo general de jinetes, carros y modernamente autos, camionetas, tractores o cualquier vehículo que se desplace sobre la tierra y pretende penetrar en un campo alambrado o salir de él.

Generalmente interpuesta en el trayecto de una calle rústica de tierra o simplemente de una huella, y construida por lo general toscamente con palos que dibujan inicialmente un rectángulo y luego otros verticales u oblicuos que dejan soluciones de continuidad pequeñas que solo permiten el paso de animales chicos, incluidos por cierto perros que, cuando el palo inferior transversal rosa la tierra, cavan hasta que logran pasar por debajo.

En realidad estaba destinada a regular el tránsito de hombres y ganado, impedir o dificultar el ingreso de bandidos y en la época de la colonia de los indios en malones

Carecía de cerradura, remplazada por un simple aro de alambre que basculaba de la punta del palo vertical enterrado, hasta el extremo libre del palo vertical de mi marco propio.

A veces una cadena con son sin candado, en este caso tácita advertencia de represalias para infractores a una ley no escrita pero que todos conocían: no se debe transponer la tranquera e ingresar sin permiso al predio en cuestión.

Nunca resulté totalmente eficaz para estos menesteres, porque soy fácil de derribar o incluso de ser transpuesta simplemente escalando con los pies apoyados en mis propios palos oblicuos o transversos, pero de alguna manera servía para advertir que la propiedad en la que me erigía era privada, tal como también solían expresar carteles con la leyenda prohibido pasar, propiedad privada clavados en la tranca superior y bien visible. No respetarla era someterse al albur de una respuesta agresiva por parte del finquero o estanciero, incluso sin previo aviso, escopeta mediante y voz en cuello.

Estuve presente en casi toda la Argentina, en especial en la pampa húmeda pero también en pleno desierto e incluso en las primeras estribaciones de las zonas montañosas.

Sin embargo soy extranjera en mis orígenes; efectivamente el primer estanciero en instalar una tranquera fue un inglés.

Corría el año 1845, cuando Richard Blake Newton introduce el "primer alambrado en la Argentina", en su Estancia "Santa María" cercana a la localidad de Chascomús, provincia de Buenos Aires. La llegada del alambrado marcó un antes y un después en nuestra campaña apareciendo la figura del alambrador, una nueva clase de trabajador rural. Los puestos se poblaron de montes y frutales comenzando así la mestización y los apareamientos selectivos en vacunos, yeguarizos y ovinos. Surgieron los potreros con cultivos, facilitaron las tareas rurales y lo que fue aún más importante, la propiedad de tierras y ganados comenzó a ser una realidad para el hombre de campo.

Richard Newton nació el 15 de marzo de 1801, en Lamberth, Londres y al finalizar sus estudios en el Colegio Blue Coat de su ciudad natal, comenzó a trabajar en la casa de comercio de William Palmer hasta que en 1819 acompañó a su padre en uno de sus viajes de negocios a Buenos Aires pisando por primera vez nuestro país, el que adoptaría para siempre. Es así como este joven londinense de 18 años fue contratado por la casa de comercio Británica John Gibson & Sons para su sede de Buenos Aires.

El transcurrir del tiempo, su esfuerzo y trabajo les permitieron desarrollar la Estancia "Santa María". En su primer viaje a Inglaterra allá por 1844, paseando por el parque de la residencia de Woodhouse en el condado de York vio varios ciervos pastando en un potrero sin cercos, empalizadas ni pircas y lo más llamativo nadie que los cuidara sólo alambres de hierro gruesos rodeando las parcelas.

De inmediato comprendió la utilidad de este invento, encargó los materiales, los trajo a la argentina y rodeó por primera vez un campo privado con alambrado y por supuesto yo, la tranquera.

Pasados muchos años, el 15 de marzo en memoria del natalicio de Newton se festeja el Día del Alambrador, oficio rural que parece menguarse, un trabajo que se hereda de padres a hijos, que requiere destreza, paciencia, conocimiento, concentración y esfuerzo, enalteciendo al hombre de campo.

Existe incluso una canción de Germán Montes, llamada Destino de Alambrador.

En mi ya larga vida, vivo en un campo cercano al Manzano Histórico, he permito o negado el paso a infinidad de personas. Quienes me abrían tenían autorización e incluso unos pocos la llave del candado, demostración de parentesco o de amistad muy apreciada.

He columpiado niños felices que no sabían de controles remotos ni de pantallas, les encantaba no sólo el ir y venir sino la música de mi rechinar sobre las oxidadas bisagras, y sí, yo era de las pocas montada sobre bisagras, porque las pobretonas de los alrededores giraban sobre toscos aros de alambre y casi siempre terminaban apoyadas en la huella y aseguradas por otros aros de alambre como explicara más arriba

Algunas tienen una rueda metálica en el extremo libre, lo que facilita mucho la apertura y cierre, en mi caso no la necesito porque giro sobre bisagras grandes y resistentes.

Con cualquiera de los sistemas, el abrir y cerrar iba dejando una huella, que casi equivalía a las impresiones digitales.

En una oportunidad, el patrón volvió tarde una noche, se bajó de la camioneta tambaleante fruto de una guitarreada tres puestos más abajo y me transpuso, pero al pasar rozó contra mí; de inmediato se bajó y vino a revisarme, algún daño encontró y preocupado me dijo ? ¿Te duele?? yo le contesté que me ardía. ?No te preocupes mañana te arreglo el raspón y se te va la molestia, y yo le dije que no se molestara, que mejor arreglara la camioneta que tenía la puerta del conductor hundida, y sonriente me contestó ?Vos sos mucho más importante, la chata me lleva y me trae pero vos me cuidás?

Al otro día tempranito lo vi venir por la huella, traía un pedazo de lija una lata de pintura y un pincel en la mano.

?Hola me dijo, vengo a cumplir con mi palabra-

Y sin más se puso a lijarme suavemente, hasta que pasándome los dedos con delicadeza dio por aprobada la reparación y acto seguido me pintó. Sorprendida comprobé que el color era prácticamente el mismo que siempre lucí. Con ojos traviesos, como leyendo mis pensamientos me dijo ?Sí es la misma pintura con que te pinté cuando te traje, guardé el sobrante porque me imaginé que algún día podías necesitar un retoque, mirá ni se nota. Ah, discúlpame por lo de anoche, venía achispado, pero fue una guitarreada excelente?

Hoy las tranqueras son casi todas metálicas y con cerradura manejada por control remoto o mediante portero eléctrico, giran sin rechinar y no tocan el suelo y los dueños son extranjeros, franceses más que nada aquí en el Valle de Uco, por el tema de las uvas finas y la calidad excepcional de estas tierras.

Yo sigo tal como nací aunque un poco destartalada, con el cambio de dueños solo pasan caras camionetas indiferentes y hasta me dejan abierta, total tienen personal de seguridad armado.

Algo que siempre me llamó mucho la atención es que el arte casi me ha ignorado, me refiero al arte de hermosearme como ocurría con el famoso fileteado de los camiones con caja de madera e incluso de las carretelas, pero quizás fui demasiado taxativa dado que en realidad hay un arte que sí se ha ocupado mucho de mí: la fotografía con imágenes muy bellas y estudiadas composiciones. Cuando parecía que nuestro fin se acercaba, en esta pobre Argentina donde todo puede suceder, por allá por los 90 tuvimos un auge nunca visto.

El por entonces gobierno menemista autorizó la compra y privatización de grandes territorios en la Patagonia, pero que incluían peri lagos y riveras de las corrientes de agua. Prohibido por ley que reza claramente que las tierras mencionadas hasta una determinada distancia de los márgenes, son del estado y libres para el público.

Cuál no sería la sorpresa de tres amigos asiduos visitantes a mi propiedad cuando en el año 2004 no pudieron acercarse a las aguas del Nahuel Huapi o del Correntoso o de los dos Espejos, el chico y el grande, porque estábamos nosotras impidiendo el paso y con el cartel de marras, Prohibido Pasar-Propiedad Privada.

Los dueños: extranjeros.

Habían vendido la Patagonia lo que les redituó pingües e ilegales ganancias a la gavilla del gobierno central.

Nosotras mientras tanto contentas por una parte porque muchas hermanas consiguieron trabajo, pero con el sentimiento de culpa de saber que les estábamos negando el paso a los legítimos propietarios: el pueblo de la Nación Argentina

Muchas de nuestras parientes fueron instaladas furtivamente, sin autorización alguna, en medio de huellas que pasaban por campos incultos pero muy prometedores por la calidad de las tierras, eran y son simple y llanamente usurpadores de un bien del estado o de alguna antigua familia cuyo trámite sucesorio nunca finalizó.

En la ciudad de Mendoza existe El Challao, es una localidad situada en el departamento Las Heras que pertenece a la provincia. Se encuentra a 11,7 km de la ciudad de Mendoza, con la cual se comunica a través de la Av. Champagnat y la Av. Regalado Olguín.

El significado es "agua de la olla o de la hondonada", ofrece historia, cultura y naturaleza en un mismo lugar. La primera obra hídrica, que es el acueducto colonial, nació en este distrito lasherino, que llevaba agua hasta lo que es actualmente el Área Fundacional entre 1810 y 1861.

El acueducto tenía una longitud de 12 km y proveía de agua fresca y pura a la ciudad naciente.

De esa magnífica obra de ingeniería hidráulica sólo restan dos de los muchos arcos de medio punto que sostenían la acequia, por desgracia han quedado inmersas en una propiedad privada.

Enterado de ello me contacté con la delegación El Challao de la Municipalidad de las Heras, donde un caballero amante de las cosas nuestras, me acompañó hasta la propiedad en cuestión en el intento de ver los arcos y fotografiarlos.

El dueño estaba ausente y el encargado no se animó a permitirnos la entrada, pero prometió transmitirle la inquietud al patrón y me dijo que le hablara en un par de días. Así lo hice, y el hombre, creo que con pesar dado que había sido testigo de mi entusiasmo, lamentó decirme que el patrón no le permitía a nadie la entrada.

Vender el peri lago sí, permitir a un estudioso y cultor de las fauna y flora autóctona visitar ruinas de gran valor cultural NO.

Cerca de ahí, camino a Villa Marista, se ubica el Eco parque del Piedemonte, producto de la dedicación desinteresada de personas que han integrado una humilde ONG y son los cancerberos del área.

Hoy me acerqué en una de mis caminatas, y comprobé que hay un camino de tierra que se desprende de la calle pavimentada con dirección este y que conduce a una Barrio Privado Mendoza Norte.

El mencionado camino desciende hasta el cañadón natural por donde originalmente transcurrían las aguas del Challao; pues bien en el inicio del mismo pero oculto a la mirada de las personas que transitan por la calle pavimentada, se encuentra una vieja tranquera de hierro, abierta y averiada, con el sempiterno cartel prohibido pasar en el extremo. El colmo de la apropiación indebida y de la inacción gubernamental.

Mi interpretación es que alguien con justa razón, atropelló la tranquera y liberó el paso al cañadón.

Que se trata de un obstáculo ilegal me lo asegura el hecho de que no ha sido arreglada ni remplazada por una más resistente, y el estado de los hierros me dan la razón: es antigua y el usurpador no se ha atrevido a reponerla. A continuación se las presento:

Como puede apreciarse claramente, tiene años; el camino de la derecha es el que se dirige al cañadón y que esta tranquera impedía el acceso.

Por suerte la mayoría de nosotras somos útiles y honestas, y por si fuera poco, a lo largo de la ruta 7, muchas servimos de soporte para los bellísimo nidos, que nuestro pájaro nacional, el hornero, construye laboriosamente para utilizarlos con su pareja una sola vez en la vida. Ahí nacen los polluelos que repetirán el curioso ciclo.

Para finalizar, y en nombre de todas mis compañeras, quiero dejar bien claro que somos sabedoras de nuestras debilidades, sabemos que no constituimos un baluarte inexpugnable, sino solamente marcamos un límite junto con el alambrado en el que estamos interpuestas, el desde aquí y el hasta aquí según el lado de donde nos miren.

La preposición HASTA indica límite final de una trayectoria en el espacio o en el tiempo; en tanto el adverbio AQUÍ indica simplemente en este lugar.

Límites, lo que hemos perdido el mundo y en especial la Argentina, en algunos aspectos se los respeta o al menos se los reconoce, como el límite de altura para vehículos de transporte, pero en lo moral y en lo pecuniario no existe en absoluto, en especial a nivel político y de los grandes comerciantes. No hay tranquera que los detenga.

El límite que sí conocen muy bien la mitad de los argentinos es el de sus ingresos para subvenir a sus necesidades básicas, y si bien no hay tranqueras les resulta imposible traspasar la línea.

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