Trabajo, estructura de oportunidades y desigualdad social

"Prima en los medios de comunicación y en muchos ámbitos gubernamentales y empresariales, una retórica de la flexibilidad", sostiene el autor,

Diego Salcedo

Desde la Revolución Industrial del siglo XVIII hasta la actual Revolución Biotecnológica en ciernes ha sido un tema recurrente para la reflexión sociológica y para la política pública en cada momento histórico, la llamada "cuestión social", esto es, como dar cuenta de aquellas personas y familias que no logran integrarse de forma productiva en el tejido social y económico y, en muchos casos, son señaladas y/o perseguidas por ello.

Las diferentes luchas sociales y políticas que fueron logrando para sucesivas generaciones derechos civiles, políticos y sociales de ciudadanía se encontraron, cada tanto, con límites difíciles de sortear en la propia organización y funcionamiento de los sistemas sociales y económicos que generaban desigualdad persistente (cf. Charles Tilly).

El camino transitado entre opciones de mayor intervención estatal o de libre juego relativo del mercado muestra que ambos extremos no mejoran las condiciones de vida de la población y que algún punto intermedio entre las mismas resulta más prometedor en esa búsqueda.

En la actualidad, la revolución científico-tecnológica, con rápidos desarrollos en genética, nanotecnología e inteligencia artificial promete cambios disruptivos en la sociedad.

Así como en un primer momento la tecnología desplazó mano de obra agrícola y luego hizo lo propio con gran parte del empleo industrial, desde hace un tiempo el trabajo en el sector terciario o de servicios se ha visto afectado por la aplicación de tecnologías de distinto tipo.

Basta con recordar el sector bancario o de seguros de hace medio siglo y hacerlo en la actualidad. El uso del cajero automático es algo trivial hoy en día, así como nuevos desarrollos "en la nube".

Si a esto se le suma el desarrollo de la inteligencia artificial en múltiples campos y el crecimiento del uso de robots que reemplazan tareas humanas rutinarias y/o peligrosas, cabe preguntarse desde una aproximación sociológica, ¿cómo se configurará la nueva cuestión social en un mundo con menos trabajo productivo, tal cual lo conocemos hoy en día, para multitudes de seres humanos? ¿en virtud de cuál necesidad histórica o intereses especiales estos procesos toman fuerza?

Diferentes estudios a lo largo del tiempo han mostrado que, si bien muchas ocupaciones se volvieron obsoletas, otras surgieron en su lugar, ocupando a nuevos trabajadores, quienes debieron, eso sí, adquirir nuevas habilidades y capacidades ante los nuevos escenarios.¿Será el caso también en esta época histórica? Como Richard Sennett explica, el trabajo es algo que nos permite entretejer una narración de nuestras vidas, junto con la familia y la vida en comunidad, brinda sentido y orientación, a la vez que, por supuesto, recursos económicos para el sustento vital.

Cuando la estructura de oportunidades que el sistema social y económico brindan adelgaza, se vuelve esquiva y resulta, por tanto, cada vez más difícil obtener empleos dignos, protegidos, de tiempo completo, lo que se cuestiona es la propia sustentabilidad personal y familiar que, desde una escala pequeña y en proceso acumulativo, dan cuenta de la mayor o menor capacidad regenerativa del conjunto social.

El compromiso institucional alcanzado a mediados del siglo XX en Europa, a través de la instauración de fuertes Estados de Bienestar, que permitió equilibrar las fuerzas del capital y el trabajo en un círculo virtuoso, hoy en día, solo se mantiene en pocos países y con constantes apelaciones a las restricciones para los sectores desfavorecidos.

En cambio, prima en los medios de comunicación y en muchos ámbitos gubernamentales y empresariales, una retórica de la flexibilidad, de otorgar libertad de movimiento a los capitales especulativos y de opacidad a las grandes fortunas mientras se retacean recursos para la seguridad social y se reducen las garantías laborales y las redes de ingresos.

Hace exactamente 20 años, el brillante político alemán Oskar Lafontaine renunciaba a sus cargos públicos y partidarios por estar en desacuerdo con esta cosmovisión tecnocrática.

Desde sus inicios, la reflexión sociológica, en diálogo con otras disciplinas, se preguntó por el accionar de los sujetos en interacción entre sí, el papel de la libertad, de la responsabilidad personal, de los mecanismos que producían desigualdad social y los que abonaban la igualdad, de la coacción estatal y como todo esto, "producía y reproducía relaciones sociales", en definitiva, a la propia sociedad.

En pleno siglo XXI, estos interrogantes siguen en pie, así como aquellos vinculados a la "cuestión social": cómo enfrentar los riesgos vitales y sociales, quienes deben cargar con el peso del cuidado de los demás, el para qué recrear mecanismos de solidaridad, de respeto, del sentido de utilidad y, más profundamente, de la dignidad de los seres humanos en un mundo de complejidades crecientes, en el cual, además de la cuestión social, hay que responder a "la cuestión ambiental", o sea, la insostenibilidad apremiante a nivel global de un sistema económico que contamina y deja fuera de juego a gran parte de la diversidad de especies animales y vegetales que habitan sobre la Tierra.

EL AUTOR. Diego Salcedo. Sociólogo, Diplomado en Ciencias Sociales FLACSO, docente e investigador.

diegosalcedo71@gmail.com

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