Balter, otro que gana con la derrota

Se está poniendo de moda festejar las derrotas o apostar a ellas, para sacar provechos distintos a los que el espectador imagina. El PD fracasó rotundamente. Balter, detrás de todo esto.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Hay un Carlos Balter en Mendoza y otro que se exhibe en los escaparates de Buenos Aires. Allá, importantes dirigentes lo valoran como un liberal que fomenta una democracia cada vez más abierta y participativa. Pero aquí Balter echó anclas en los años '80 y '90, y maneja desde bambalinas al Partido Demócrata hacia reiterados fracasos que les permiten encerrarse sobre sí mismos y seguir manejándose a medida de las pretensiones de la mesa chica, que además es familiar.

No es caprichoso mencionar que en su último trayecto electoral, se salieron de Cambia Mendoza, alegando que el PD allí "perdía identidad". Pero armó otro frente, en donde no importó tanto eso mismo y disolvió el DNI en el grito "Vamos Mendocinos!"

Los mendocinos no fueron hacia ellos y nuevamente, el PD solo estará representado en cámaras y consejos por demócratas que no acataron el mandato de la micropyme familiar que lo conduce férreamente.

En todo caso, ahora es posible inducir que el resultado esperado no radicaba en lo que dictaran las urnas, sino en posicionar internamente a los apellidos que les convenía instalar para seguir manejando el sector, al que sucesivamente han venido asociando al populismo (2011, con Alberto Rodríguez Saá como candidato a presidente) como al antipopulismo (al sumarse a Cambia Mendoza en 2015). Y ahora fingen ser émulos de liberales o libertarios como José Luis Espert y Javier Milei, hasta la próxima oportunidad.

En estas elecciones habló en San Rafael sobre el manejo del Parque San Martín -para mostrar un error táctico importante- y si bien en la elección general se ordenó a la hora de mostrarse públicamente ante la atomización que mostró en las Primarias (PASO), no sirvió. Habrá que analizarlo con más datos duros, pero lo más probable es que Vamos Mendocinos solo haya remitido a la idea de quitarle votos a Cambia Mendoza y no a conseguir representación legislativa.

Diluyeron el valor agregado que les significaba haber conseguido la atención del MendoExit, la única idea innovadora que movilizó transversalmente a la sociedad mendocina al menos para levantarse la autoestima y discutir el futuro de una Mendoza discriminada desde el porteñocentrismo, y relegaron a los socios de otros partidos a candidaturas simbólicas o a poner la cabeza en su nombre en municipios en donde descabezaron a las conducciones tradicionales del PD.

Quienes los siguieron lo hicieron por despecho, ingenuidad o vaya a saber qué. Tal vez, hasta hubo gente con buenas intenciones, engañadas en su buena fe o distraídos. Pero todos cayeron en el juego de la conducción partidaria, sabiéndolo o en total ignorancia.

La conducción del PD jugó a las bochas en lugar de ajedrez. ¿Importaba el resultado? A sabiendas de la derrota inminente, la "casta" que condenaría el presumiblemente admirado Milei, sabía que se reafirmaría en su lugar.

Pusieron a su presidente partidario, que es empleado político jerárquico de la Municipalidad de Luján (que conduce el PRO) y que vive allí, en el Tercer Distrito, como candidato del Primer Distrito electoral, corriendo de un codazo a los dirigentes de Capital, Guaymallén, Capital o Lavalle que podían ejercer esa candidatura. 

Y así, al hablar con cualquier "ganso" que se siente apegado al otrora poderoso partido que le dio a Mendoza gobernantes sin solución de continuidad en democracia y dictaduras, surgen más dudas en torno al eje centrífugo de la casona de calle Sarmiento. 

Unos lo dicen con melancolía y muchos con dolor. Pero están aquellos a quienes poco importa la reducción del PD a su mínima expresión, con tal de seguir presentándose fuera de las fronteras de Mendoza como el mandamás de un espacio. Si no hay más preguntas, pasa. Y sigue.

Los demócratas tendrán que resolver si quieren seguir así o jugar en la política del siglo XXI, y con más vocación que ambición.

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