Republicanismo: si un poder reforma, otro también puede hacerlo

"Mucho se ha dicho sobre la necesidad de reformar de manera integral nuestra Carta Magna y al respecto hay cientos de hojas escritas con trabajos de investigación sobre cuáles son los temas que sobresalen, ergo, los que necesitamos para consolidarnos como una sociedad moderna", opina en esta nota el dirigente demócrata Sergio Gómez.

Sergio Gómez

Mendoza,"... adopta como forma de gobierno la republicana representativa, manteniendo en su integridad todos los poderes no conferidos al Gobierno de la Nación...". Lo preceptuado es parte del artículo 1° de la Carta Magna provincial y describe de qué manera debe funcionar el mejor gobierno (de todos y para todos).

Hace apenas una semana la Cámara de Diputados dio media sanción, casi por unanimidad, a la reforma sobre la organización, gestión y funcionamiento de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, la cual ha pasado al Senado para su revisión, en donde seguramente será aprobada, modificando así lo dispuesto en la ley 4969, la cual rige desde 1984.

Para que esto ocurriera tuvo que aparecer primero, apertura para el dialogo entre las fuerzas políticas con representación legislativa, luego madurez en pos de encontrar consensos suficientes y además para que la política se corriera de la centralidad y le diera protagonismo a la propia Corte, para que fueran los Supremos quienes definieran los cambios. En el medio de semejante tarea no faltaron los oportunistas con la mejor receta, los profetas del Apocalipsis que presagiaban una Corte adicta al poder, una mayoría automática y otras tantas inexactitudes. Al final ganó Mendoza, ganamos todos. Apareció la buena política y con el talante de los buenos políticos, ocurrió. Se pudo. Entonces, por qué no ir por más, me permito preguntar.

¿Por qué el Poder Legislativo aprovechando el envión, y en uso de sus facultades, redoblando esfuerzos, desatendiendo las asimetrías ideológicas, se propone de una vez por todas reformar la Constitución de Mendoza? Ha demostrado tener músculo para conseguir acuerdos.

Resulta que el pueblo no gobierna ni delibera, sino a través de sus representantes, y que es el legislador quien debe velar para que todos los ciudadanos y ciudadanas encuentren en su trabajo, el bienestar individual, o en general, el bien común.

Mucho se ha dicho sobre la necesidad de reformar de manera integral nuestra Carta Magna y al respecto hay cientos de hojas escritas con trabajos de investigación sobre cuáles son los temas que sobresalen, ergo, los que necesitamos para consolidarnos como una sociedad moderna. Desde 1994, año en que se reformó la Constitución Nacional, las provincias debían adaptar sus Constituciones a los cambios emanados de la ley de leyes. Una de las provincias que aún incumple es Mendoza.

Autonomía Municipal; Órganos de Control; Régimen Electoral; Defensa al Consumidor; Poder Ciudadano; Medio Ambiente; Periodicidad de los Mandatos. Son algunos de los temas que más le preocupan al ciudadano común y que merecen estar plasmados en nuestra Constitución. Incluirlos si no están o modificarlos teniendo en cuenta sus más de 100 años de vida tiene que ser lo esencial para el legislador.

Algunos constitucionalistas consideran que aquella de 1916 es una Constitución de vanguardia, vigente y que solo necesita modificaciones de algún artículo, por lo que no es importante hablar de reforma integral. Otros, en cambio, consideran imperioso que el Poder Legislativo se ponga los pantalones largos, y al igual que su homónimo Judicial cumpla con su tarea de proponer reglas claras de convivencia con el objetivo de conseguir herramientas para el progreso y el desarrollo de todos los que habitamos este bendito suelo.

Hay perfume en términos políticos para conseguir la mejor Constitución, moderna, que ayude a tener una mejor sociedad, que afiance la justicia y nos asegure los beneficios de la libertad. De seguro será aquella que cuente con el aporte de los especialistas de cada Partido Político, de cada Casa de Altos Estudios, de cada Institución Social y Religiosa.

Para finalizar, y desde la experiencia que ostento por trabajar en el ámbito legislativo, me animo a sostener que sin política no hay progreso y sin el correcto sentido de pertenencia sobre la cosa pública (republicanismo), corremos el riesgo de perder oportunidades de mejores gobiernos. No es una utopía lograrlo, hay un poder legislativo que parece haber entendido que es el encargado de elaborar las normas que regulan la vida y el ejercicio de los derechos de sus habitantes. Que así sea.




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