Homo Interrogantis: del por qué al porque

Un planteo filosófico sobre el origen del raciocinio y la fe, a cargo de Eduard Da Viá

Eduardo Da Viá

Desde niño es que escucho esas dos palabras: Sumo Hacedor; explicándome mi madre quizás, o la maestra en la escuela, que era sinónimo de Dios, dando por sentado que yo tenía bien claro el concepto de dios; en realidad no era un tema que me preocupara a mis escasos 6, 7 u 8 años.

Lo de sumo hacedor se refería al hecho de que el tal Dios, nos había hecho, en realidad había hecho toda la creación en un período de siete días, en seis mejor dicho, porque al séptimo descansó de tal hercúlea tarea, según las enseñanzas de un sacerdote cuando iba a "catecismo" en vísperas de mi Primera Comunión.

Nunca supimos qué se entendía por día en cuanto a período de tiempo, en tan remotas épocas.

Por si fuera poco, nos dijeron que Dios nos creó a imagen y semejanza suya, con lo que automáticamente cada uno de nosotros se formó una idea antropomorfa de Dios, reforzada por las representaciones sean estatuarias o pictóricas de las iglesias.

Además se nos inculcó que el tal Dios era el único y verdadero y que ciertamente gozaba de ubicuidad.

Como es de suponer, a tan corta edad, no advertí un hecho evidente: si aclaraban que éste, "nuestro" Dios, es el único y verdadero, es que otros dioses andarían por ahí intentando atribuirse el mismo privilegio.

¿Había otros dioses? La respuesta como siempre apareció con la educación; cuando al inicio de la etapa secundaria de mi formación, estudiamos las civilizaciones antiguas, tales como sumerios, babilonios, asirios, acadios, egipcios, griegos y romanos, seguidos por los más cercanos aztecas, incas, mapuches y huarpes, por no mencionar más que un puñado y sin inmiscuirnos en las creencias orientales ni en el mundo musulmán, por aquel entonces casi ignorados en esta parte de la superficie terrestre.

Por cierto la respuesta fue que sí, que había infinidad de dioses, y que no siempre conformaban un cuerpo religioso, como es el caso de griegos y romanos, que carecían de religión pero tenían un abigarrado panteón.

Para completar y complicar el tema Theos; dios en griego, y raíz de muchas palabras que lo involucran, en los credos politeístas, es decir con numerosos dioses, cada uno estaba a cargo de una actividad humana y como ejemplo paradigmático en lo que a mi concierne en mi condición de médico, estoy bajo la protección y vigilancia de ASCLEPIOS para los griegos y ESCULAPIO para los romanos.

En cambio las religiones principales son definitivamente monoteístas, siendo las tres abrahámicas las más representativas, con Cristo para los cristianos; Alá para los musulmanes; Adonai, Elohim o Yahvé para los judíos; pero además el Wahe Guru para el sijismo; Zoroastro para el zoroastrismo, etc. etc.

Una vez asimilada esta caterva de conocimientos religiosos, en forma lógica e inmediata, surge un hecho de observación indiscutible: cual es la mal hechura.

Sí, bien digo, estamos mal hechos refiriéndome específicamente a los humanos, es decir somos defectuosos.

No sé tampoco si el Supremo Hacedor es un solo ente pluripotente, o bien, simplificadas las cosas, fue un equipo de especialistas que contribuyeron en el diseño, cálculo y confección del primer hombre, Adán, y poco después de su compañera inicialmente inocente Eva.

Sea uno solo o varios los responsables de la creación, en lo que se refiere al hombre, cometieron un grave error, como trataré de probar.

Lo cierto es que a poco andar, Eva mostró ser susceptible a la tentación y desobediencia, contraviniendo expresas prohibiciones por parte del Creador.

Ella y su compañero Adán fueron los primeros pecadores, yo diría los inventores del pecado. El castigo: la expulsión del paraíso, el parirás con dolor y ganarás tu pan con el sudor de tu frente, se hizo hereditario de tal suerte con todos nacemos en pecado, el original, y del que solo salimos primera comunión mediante.

A todas luces absolutamente arbitrario e injusto.

Si aceptamos esta historia, resulta claro que los primeros y dilectos hijos de Dios, no estaban hechos para obedecer a ciegas las instrucciones recibidas en cuanto a lo permitido y lo prohibido; lo cual revela también un defecto de confección congénito cual es la desobediencia.

Y es aquí donde surge el interrogante probatorio de mi tesis de mal hechura, y no es otro que la posibilidad de preguntarse ¿por qué?

Por qué el hombre está dotado de la capacidad mental exclusiva de especie, necesaria para interrogar e interrogarse de esta forma, cuando es más que evidente que paralelamente no está capacitado para entender o descubrir todos los porque a los está sometido.

Paralelamente, los feligreses de cualquier religión están sometidos a la Fe, que en definitiva no es sino creer sin indagar, es decir sin por qué ni porque.

Pero hete ahí que el hombre es un averiguador nato y por lo tanto un generador permanente de por qués.

Esa condición le permitió el descubrimiento de un sinfín de conocimientos, que le han servido para mejorar o empeorar las condiciones de vida iniciales.

La cucaracha en cambio, es tan cucaracha hoy como hace un millón de años, claro, siempre le bastó con ser cómo es sin andar averiguando por qué la mayoría de ellas son negras, por ejemplo.

El humano es un averiguador obligado, ni siquiera optativo, aunque puede mediante gran esfuerzo de voluntad, tratar de desechar las preguntas que lo atormentan.

Claro que las mismas subsisten agazapadas en su insuficiente cerebro hasta que en algún momento escuchará nuevamente el temible toc toc de la curiosidad llamando a su puerta.

Yo propongo cambiar la categorización de HOMO SAPIENS, por la de HOMO INTERROGANTIS.

Y voy a fundamentarlo rápidamente: homo sapiens significa simplemente que sabe, pero resulta que sabe porque pregunta, porque indaga, porque suele tener la duda metódica que lo acicatea. Las respuestas obtenidas fueron haciéndolo sabedor, aunque no sabio, salvo honrosas excepciones.

De manera que para llegar a Sapiens tuvo que ser primero Interrogantis.

Es absurdo pretender que un ser esencialmente imperfecto, comprenda el infinito o la eternidad por ejemplo, por ello es que cuando se inmiscuye en estos campos no encuentra los porque.

De ahí pues que existen distintas salidas, si es que las hay, para morigerar esta desgraciada condición de pretender entender lo que le está vedado saber, simplemente porque es imperfecto y por lo tanto limitado.

Una actitud es el NIHILISMO; se trata de la negación de todo principio religioso, social y político. El término fue popularizado por el novelista Iván Turgenev y por el filósofo Friedrich Heinrich Jacobi. Y tuvo en Nietzsche a su más conspicuo representante.

Otra es el AGNOSTICISMO, o sea la actitud filosófica que considera inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia.

Le sigue en orden arbitrario, el ATEÍSMO, la negación de la divinidad, que le resuelve parcialmente el problema por cuanto subsisten interrogantes básicos como de dónde venimos y hacia dónde vamos, qué es el infinito, etc.

Finalmente le queda el recurso de la FE, aceptando los dogmas que cada una de las existentes fes propone y defiende. A no dudarlo, es una postura respetable y hasta envidiable, dado que creer con sinceridad es bueno para el alma y consecuentemente para el cuerpo, en lo que se refiere a las enfermedades derivadas de la ansiedad que produce el no entender o no saber.

Pero volviendo al encabezamiento, el hombre está injustamente condenado a indagar; no puede no hacerlo dado que entonces perdería su condición de tal.

¿Pero por qué está dotado de esta cualidad de interrogador, si no está capacitado para entender las respuestas o las no respuestas?

Es una característica única y propia, de la que no participa el resto de la creación.

Pero....¿No será que sí tienen interrogantes, insatisfechos o no, los animales, las plantas y las piedras, sino que simplemente no lo sabemos?

Buen tema para averiguar.

Perdón: ¿ven? Averiguar es innato en el hombre.

Lástima que no estemos ni estaremos capacitados para respondernos un cúmulo de porqués, surgidos de la mera observación y experiencia, sin intención de discutir o culpar. Preguntamos porque sabemos y sabemos porque preguntamos.

Interrogarse sin hallar respuestas es una injusta condena impuesta por el Sumo Hacedor.

¿Por qué lo haría?

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