Para qué postularse si no saben gobernar

Nadie obliga a nadie a competir por el poder si no sabe cómo hará para gobernar si gana. Y cuando ganan, deben saber cómo transformar las adversidades de la realidad. ¿Algún político es capaz de abstenerse de competir en un turno electoral ejecutivo?

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

¿Para qué presentarse a una elección si después no saben cómo gobernar? 

Se ha naturalizado que, tras ganar las elecciones, el que empieza un nuevo gobierno basa su inacción en la queja sobre el anterior. Esta naturalización de que vale más la excusa que la evidencia, es una anomalía de sistema. Cuando se elige a un gobernante lo hace para que transforme, dé pasos hacia adelante o bien confirme rumbos, según corresponda a su contexto histórico. Para ello, debe contar con una agenda. Si no estaba de acuerdo con la del gobierno predecesor, una diferente. Si representa continuidad, debería mostrar de todos modos un itinerario progresivo con metas a la vista.

Nada de esto sucede en Argentina. El que gana lo hace por emoción y se embandera en ella, con destellos de pasión y, por qué no, con amenazas de caotización, de modo de solamente encaramarse en el poder. Una vez arriba, nada. Una nada que puede implicar retroceso, inercia o estancamiento.

Es tan escandalosa la acción de la política argentina que solo puede compararse con una obra teatral burlesca capaz de arrancar aplausos de todo un país que paga (mucho) para verla y se va desconcertado del teatro: vituperado, ridiculizado y quién sabe cuánto más.

Sería lógico que se reaccionara ante tamaña sinrazón y plantear, por ejemplo, que ningún candidato / fuerza política se presente si no sabe cómo mejorar o siquiera sostener lo que hizo el gobierno anterior.

¿Quién los obliga a presentarse si no saben qué hacer desde el primer día en que les toca demostrar sus habilidades de innovación para la gestión, y culpan de su chatura al que gobernó antes?

¿Por qué no castigan a quien supuestamente hizo "todo mal" con la oportunidad de corregir lo hecho en un nuevo mandato, dejándolo solo en la competencia y dejando pasar el turno electoral?

En concreto y "a los bifes": nadie obligó (¿o sí?, ¿con qué intenciones?) a Alberto Fernández a ser candidato a presidente para superar la gestión de Mauricio Macri y tras quitarle la posibilidad de reelección y reconducción de su "herencia" de gestión, hundirse en las arenas movedizas del no saber qué hacer.

¿El peronismo quería tomar el poder por el solo hecho de ostentarlo o tenía un plan superador? Y si no lo tenía: ¿por qué no dejaron que quien dejó el supuesto "desastre" fuera el encargado de arreglarlo en un nuevo mandato?

Evidentemente la idea de ganar es para ejercer otra cosa distinta a la de gobernar. Nadie (tampoco la oposición) deja pasar un turno electoral absteniéndose de participar en una elección ejecutiva. Es un juego de apuestas en donde se depositan todos los recursos del país y, si ganan, se quedan con lo de todos; si pierden, pierde toda una nación.

Sacar a la gente de la pobreza

 Este sábado entrevistamos a un dirigente político de la centroizquierda chilena. Sergio Bitar fue ministro de Allende, Lagos y Bachelet, pero trabaja en política desde los tiempos de Frei Montalva. Tiene una experiencia monumental y algo poco visto en Argentina: capacidad autocrítica al nivel de no enamorarse de su gestión, sus ideas o sus líderes sin antes encontrarle los defectos y ponerlos en debate.

En medio de grandes definiciones, Bitar dijo que la gente se queja de la democracia, porque a veces, en realidad, no quiere ver que son los gobiernos los malos y no el sistema. Y puede agregarse a su mirada que no se lo quiere aceptar así porque el fanatismo es extremo y absurdo, capaz de suicidarse social y económicamente por defender a líderes que, al final del camino, se nos ríen en la cara.

Claramente, quien gobierna debe saber cómo sacar a la gente de la pobreza y ponerla a caminar en un sendero de progreso. Si no lo sabe, si no puede innovar, si no halla soluciones a mediano o largo plazo, no sirve para gobernar.

El cortoplacismo electoral es una mentira de patas cortas que queda al descubierto no bien termina la fantasía de la propaganda electoral. O se acaban los recursos. En el caso argentino, sucederá cuando la inflación explote y permita escuchar el crujido de los engranajes de las máquinas de imprimir (inventar) billetes.

La soberbia del que gana o el miedo al efecto "gato encerrado" del que no soporta perder

Es tan efímera la perspectiva que ofrece la política en Argentina que en lugar de brindar horizontes, mete miedo.

Si el que quiere ganar gana la elección, la soberbia lo puede distanciar abismalmente de la sociedad que los puso en ese lugar. Hay una pulsión del egocentrismo que incapacita cualquier intento de proyección a lo largo del tiempo de modo de ofrecer certezas a futuro y no solamente alegrías instantáneas, pero de corto efecto.

Pero hay algo peor en el camino: si el que quiere ganar pierde, el efecto "gato encerrado" nos pone en riesgo a todos.

No hay fair play. Todo es sorpresa. La adrenalina impulsa una aceleración cardíaca en quienes tienen expectativas, todavía, de vivir y desarrollarse en el país. Pero ya hay masas enormes de gente que han quedado adormecida de tanto recibir golpes, no tienen confianza en nada, pero tampoco se mueven por algo mejor: resignadas; zombies.

Pueden probar aun con las recetas político religiosas de sostenerse en pie en función de la fe en el líder, el gobierno, el Estado o lo que sea. Pero ya no sirven las promesas de "vida eterna" cuando se dan cuentan que se las van a pagar recién después de muertos: inchequeable.

Hay mucho por cambiar en la política, pero lo primero será encauzarla en proyectos razonables y quitarle la fantasía de que está exenta de exámenes una vez que ocupa cargos públicos. Probablemente la ciudadanía tenga que realizar una tarea por sí sola de reafirmación de la democracia, pero bajo nuevas condiciones: que no la ganen los chantas y mañosos que llegan al poder con una agenda para ellos mismos y no para el futuro de todos.


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