El golpe y la infamia: "Marchan los salvadores de la patria"

A 90 años del Golpe de Estado a Yrigoyen, el 6 de setiembre de 1930. Aquí, el historiador Gustavo Capone trae no solo el recuerdo de un hecho, sino datos del contexto de la época.

Dos aviones de guerra surcan el cielo de la Ciudad de Buenos Aires. Era la madrugada del sábado 6 de setiembre de 1930. Comenzaba el principio del fin. Los panfletos redactados por Leopoldo Lugones que arrojaban desde los aviones anunciaban la proclama anticonstitucional que decretaba el derrocamiento de Yrigoyen. "Al apelar a la fuerza para libertar a la nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y generoso ideal. Los hechos demostrarán que no nos guía otro propósito que el bien de la Nación", sostenía cínicamente el folleto.

Una sirena daría la señal para que al mando de José Félix Uriburu los cadetes del Colegio Militar y de la Escuela de Comunicaciones iniciaran su marcha desde El Palomar hasta la Casa Rosada. El objetivo: dar cumplimiento al programado plan de quebrar el orden constitucional pensado desde el mismo día que Yrigoyen llegó democráticamente al gobierno dos años antes. El nuevo triunfo del caudillo radical había crispado el ánimo de los conservadores. Estos contaran, y es justo decirlo, con el acompañamiento de un sector de radicales "antipersonalistas" y socialistas independientes. Mientras tantos desde los cuarteles, un sector militar de inspiración fascista se sumó a la conjura golpista. Empezaba así la autoproclamada marcha de los "salvadores de la patria".

Se consumaba entonces el primer golpe de Estado desde la vigencia de la Ley Sáenz Peña, comenzando el camino del pretorianismo militar en Argentina. Hasta la fecha seis golpes de Estado han surcado la historia nacional: 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Nunca más.

"Uriburu es mejor que San Martín". La hora de "Von Pepe"

Una anécdota relatada por el historiador Manuel Gálvez sintetiza el fanatismo de la época. Marca claramente aquella grieta que cada tanto se reactiva en Argentina. Cuenta Gálvez que una dama de la aristocracia comentaba a viva voz en uno de los salones distinguidos del Buenos Aires aquel: "Uriburu es mejor que San Martín; porque Uriburu echó y nos libró de la chusma y la bajeza de los radicales. Todos unos canallas. En cambio, San Martín echó a los españoles que, al fin y al cabo, eran personas decentes". Insostenible.

Lo cierto es que Uriburu, alias "Von Pepe", un ex Inspector General del Ejército, nacionalista católico que había nacido en Salta, era un acérrimo cultor de la tradición militar prusiana. Admirador de Mussolini, fue quien capitalizó el descontento del momento a medida que el gobierno de Yrigoyen perdía el rumbo y la situación política se enrarecía en medio de un mundo convulsionado económicamente.

Uriburu supo aglutinar en su entorno a los nacionalistas argentinos que reivindicaban la esencia nacional ante el "aluvión gringo". También a un sector castrense identificado con el fascismo europeo. Contó además con una fuerte campaña de prensa apoyada básicamente sobre el diario "Critica" dirigido por Natalio Botana.

"La cosa debía empezar con el desprestigio del gobierno y el sistema a través de una activa campaña de prensa. Asimismo, lograr la adhesión y el auxilio financiero de los grandes capitales nacionales y extranjeros a cambio de entregarles el manejo de la economía. También había que prometerle al pueblo: orden y seguridad, y al asumir era importante meter miedo. Prohibir la actividad política y sindical; intervenir las provincias y las universidades; decretar la pena de muerte; detener, torturar y asesinar a los opositores y al mismo tiempo hacer una declaración de profunda fe católica y de pertenencia al mundo occidental y cristiano. Dejar en suspenso la duración del gobierno militar (incluso, si se quiere, se lo puede llamar provisional) y, finalmente, en pago de tantos sacrificios, en nombre de la patria y la honestidad, hacer los más sucios y descarados negociados". Repetida nefasta receta en la historia argentina que empezó allá en el '30.

"El Peludo" y el General

Don Hipólito contaba por ese tiempo con 78 años. Se lo veía cansado. Estaba enfermo. Distante y esquivo. Conspiraciones palaciegas minaban el centro del poder. Lo dejaron solo. Y si bien, gran parte del ejército se mantuvo indiferente ante "el golpe", no hubo tampoco la suficiente actitud para defenderlo. Estaba claro que Yrigoyen había tocado varios intereses y que los motivos para su derrocamiento tuvieron más que ver con sus aciertos en defensa de las mayorías, que con los errores del último tiempo. Lo concreto es que quien había reivindicado la democracia contra el fraude debió pagar el precio de afectar los intereses de los poderosos de siempre.

"Un joven oficial del Ejército con una pierna enyesada pidió expresamente a sus superiores poder participar del movimiento golpista e incluso fue filmado exultante, subido al estribo del auto de Uriburu: era Juan Domingo Perón y años después haría un mea culpa de su participación aquel día en la asonada militar".

Al respecto el propio Perón en su autobiografía sostiene: "Yo recuerdo que el presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender a su pueblo. Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores. Yo, en esa época, era un joven y estaba contra Yrigoyen. Nosotros sobrellevamos el peso de un error tremendo. Nosotros contribuimos a reabrir, en 1930, en el país, la era de los cuartelazos victoriosos".

El presidente Yrigoyen

Una característica sociológica: "la sociedad se argentinizó". Dio un paso adelante. Un fuerte proceso de cambio social y cultural vivió Argentina entre las dos guerras mundiales. La población en 1930 llegó a casi 12 millones de habitantes (prácticamente se duplicó desde los últimos 15 años). Descendió la mortalidad infantil, aumento la esperanza de vida, bajó el índice de analfabetismo, aumento la cantidad de escolarizados en todos los niveles educativos, la universidad reformista profundizó los postulados conseguidos en 1918, la prosperidad contribuyó a integrar a los sectores en ascenso en una pujante clase media (pequeños empresarios, comerciantes, empleados, profesionales, docentes), se desarrolló la industria para procesar el crecimiento agropecuario, aumentaron los kilómetros de vías férreas, creció la agroproducción (carnes, cereales, vinos), se desarrolló la industria petrolera, se abrieron dársenas y puertos, mejoró el sistema sanitario, se comenzaron grandes obras hidráulicas, las grandes ciudades argentinas comenzaron un moderno proceso de desarrollo urbano, se multiplicaron los clubes sociales, proliferaron los ateneos culturales y las bibliotecas, surgieron cientos de periódicos y revistas, proliferaron las emisoras radiales y los elencos teatrales y circenses, el cine daba sus primeros pasos, la industria discográfica multiplicaba un nuevo mercado.

Seguramente a este cuadro de doble entrada le faltará la otra columna. Las carencias, los errores, las torpezas, las lógicas aspiraciones adversarias, las fundadas protestas opositoras, los déficits, las intestinas pujas internas, la ceguera, los obsecuentes, y un posible gran etcétera. Soy de los que cree que la columna de fortalezas es ampliamente superadora. Habrá quienes no lo crean. Es así la democracia. Pero nada justificará un golpe de Estado. Eso lo hemos aprendido.

En estos tiempos difíciles. Tiempos pandémicos y de efervescencia política. Donde la dimensión política está tan expuesta, vale siempre recordar aquella frase de Yrigoyen cuando asumía su segundo mandato. "Los genios conciben y estructuran una gran causa y la realizan, pero no se sirven ni se aprovechan de ella para sí. La gran satisfacción está en haber interpretado con fidelidad y lealtad los anhelos y las esperanzas del pueblo". Esto, muchos en las más altas esferas demuestran que no lo han aprendido.



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