Cosas raras pasaron en el dique El Carrizal

El crecimiento del espacio artificial de agua y una leyenda. Lo cuenta la escritora Marcela Muñoz Pan en su "Columna líquida", un aporte literario.

Marcela Muñoz Pan

El embalse El Carrizal, sitio poblado de carrizos que le dan un protagonismo a ese inmenso espejo de agua, fue construido para regular el río Tunuyán compartido por los departamentos de Rivadavia y Luján de Cuyo, siendo el objetivo principal proveer agua de riego a unas 70.000 hectáreas aproximadamente y generar además energía hidroeléctrica. 

No es lo único que pasa en El Carrizal. También existe una biodiversidad de organismos acuáticos, en sus extensos 15 kilómetros de largo y 4 kilómetros de ancho se pueden realizar actividades acuáticas como la navegación con y sin motor, windsurf, motonáutica, canotaje, esquí acuático entre tantas cosas, como que ahora que comienza noviembre cumplirá 52 años desde que se construyó. 


Cuentan los viejos pobladores que cuando se empezó a conocer las inmensas áreas de esparcimiento, empezaron a instalarse en carpas algunos valientes y así poco a poco se fueron creando los camping, los clubes de pesca, iban llegando las primeras lanchas y los jóvenes fueron copando con sus tablas de windsurf y esquí las aguas profundas y la alegría.

 Pero hay una especie de leyenda que cuenta que siempre iban tres parejas de hermanos, los más grandes preparaban la lancha, los del medio sólo caminaban por las orillas del dique mojando sus pies mientras iban tomados de la mano y muy enamorados, y los más chicos y rebeldes se iban poniendo los esquí y como la chica tenía un pelo muy ondulado con muchos rulos y el chico también, se les enredaban a las sogas que los unía a la lancha siendo siempre una situación de muchas carcajadas. 

Los habitantes pensaban "qué cosas raras están sucediendo por acá". Imagínense, de golpe ellos que estaban solos en ese lugar casi inhóspito dejarían de ser ausencias espaciadas y pasar a ser parte de ese limbo acuático y de aventuras. 

Las casas de fin de semana, los complejos turísticos, la gastronomía les dieron color a las pupilas de los peces, a los fogones de luna llena, a esa guitarra en la noche azulada que toca el corazón de los amantes y duerme a los pequeños agotados del sol y los juegos.

Volviendo a las parejas de hermanos, es decir tres hermanos varones y tres hermanas mujeres que conformaban parejas de las mismas edades inclusive, decían los lugareños que no dejaban de ir ningún fin de semana y a veces hasta entre semana, se quedaban en las carpas y llevaban todo tipo herramientas como para solucionar cualquier imprevisto, cocinaban, bailaban y hasta dos de las hermanas, la más grande y la más chica, hacían que jugaban a ser periodistas, filmaban el lugar, las piedritas, el amanecer, les hacían preguntas a los habitantes como si les gustaba vivir en El Carrizal, qué sentían ahora que estaba poblado de gente, lanchas, pescadores, estudiantes festejando la primavera, y también si era cierto lo que se comentaba que por las madrugadas tiraban de unos aviones cosas que no podían ver.

 Algunos suponían que eran personas como envueltas en telas de arpillera y atadas con sogas, ya que a los pocos días, algunos deshechos eran arrastrados por el agua a la orilla y por el peso con el que caían al agua, la forma de un cuerpo se veía perfecto decían, caer del cielo al agua. Era muy triste.

En fin, que las hermanas que jugaban a ser conductoras de televisión, eran muy divertidas sobre todo la mayor que era muy rubia, de ojos verdes y una sonrisa Colgate inolvidable. La más chica la miraba con tanta admiración y se reía como si ese momento fuera el último de sus vidas. "Qué cosas raras empezaron a pasar en El Carrizal", se decían una y otra vez, pensando cómo ese embalse había traído también tanta vida no conocida, tanto progreso, cultura, turismo, pinturas, fotografías, ya no dejarán de ser desconocidos, el agua los unió.

Han pasado los años y estas pequeñas historias se fueron contando de generación en generación. Algunos guardan el registro de fotos que las hermanas les tomaron con la Polaroid instantáneas, otros han guardado restos de las maderas del esquí rotos, y otros los discos de Pink Floyd que escuchaban las parejas de hermanos y algunos de Sui Generis. El agua les trajo la música.

Aún siguen contando que escuchan las risas de las hermanas como si fueran nirvanas que despiertan el embalse en las noches de Luna llena.

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