¡Volvé Clemente!

Mauricio Castillo escribe en esta columna sobre la catarsis que representaba la genial creación de Caloi, Clemente.

Mauricio Castillo

Días atrás, para ser precisos el 8 de mayo, se cumplieron 11 años de la desaparición física de un artista de renombre como lo fue Carlos Loiseau Caloi, un dibujante de historieta y creador de un personaje bien argento como Clemente.

¿Se acuerdan? Los que ya pasamos los 50 lo disfrutábamos en nuestra infancia por una criatura rara, pero una obra de arte simpática, alegre, ocurrente, y quienes, en esos entonces ya adultos, quizás le resultaba trasgresor, que intentaba daba cuenta lo que se vivía, pero aún más con una proyección casi perfecta en cada publicación cotidiana de este protagonista socio-político que más allá de las sonrisas que despertaba generaba conciencia de lo que se avecinaba.

El dibujo contado como lo hacen estos artistas representa y representaban lo que hoy son las redes sociales donde existen numerosos puntos de vistas, y por supuesto la gran Red que nos vincula con la información de distintas índoles en lo referido a la vida humana planetaria, concentrando la opinión de miles de argentinos, evidenciado en el reconocimiento y popularidad instalada en cada rincón de los hogares del país, en forma de imagen en alguna remera, un inflable, stickers, y hasta su representación como muñeco de peluche o de plástico para adornar uno que otro espacio o repisa.

Ese inconsciente colectivo que caracterizó a esta gran figura pública Clemente, hoy mítica, y de mucha importancia, por las distintas épocas que atravesó desde su creación y protagonismo a través de la historieta que cada día alegraban y coloreaban los ejemplares de un diario de tirada nacional como lo era Clarín y con el tiempo y el avance de la tecnología audiovisual, se consolida su popularidad a través de la pantalla de la TV y actualmente en formatos digitales.

Caloi... digo Clemente, era la voz de la reflexión de todo aquello que jorobaban la vida cotidiana de los argentinos, los comentarios ácidos sobre distintos temas de la incipiente democracia como el Indulto, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las privatizaciones, el FMI, que en la Democracia le permitió instalar acerca de la realidad del país; desde su nacimiento en la década del 70 en plena dictadura, su primeros años de vida nos entregó su relato de lo interno del personaje, mostrando su idiosincrasia barrial, y comentando sobre todo la actualidad futbolística más que la problemática social y política.

Esa criatura rara, sin manos, amorfa, de color amarillo con unas franjas negras, con un lenguaje del tipo vulgar-popular, picardía, humor, ironía, admirador y enamorado de la mulatona criatura de su misma especie y del fútbol, pero con valores que pretendió instalarse en la vida ciudadana argentina.

Nos hacen falta en nuestra vida personajes que nos lleven a momentos únicos, de alegrías, de distensión, con una mirada concentrada de todo lo que nos pasa, pero con esperanza que podemos evolucionar y mejorar.

El tiempo que hoy nos atraviesa y con una vida social y política y económica Clemente se hace más vigente que nunca, con sus ocurrencias, sus propuestas, anécdotas, y campañas para entendernos un poco más, afianzarnos más en una democracia con más justicia social y equidad.

En el mes de marzo un analista político como Sergio Bruni, trajo a los lectores la vigencia de este personaje, pero con un enfoque netamente político-electoral, que los invito a leerlo, y que sólo esta opinión intenta rescatar del tiempo todo aquello que nos resulta útil para edificación.

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