Año Nuevo de 1970: el país y Mendoza en tiempos de los Pesos Ley 18.188

Un 1 de enero, de 1970, hubo un cambio de signo monetario. Una semblanza de ese contexto temporal en el país y Mendoza.

El 1 de enero de 1970 el país empezaba con una nueva moneda. No era novedad. Argentina ya había sufrido varios cambios monetarios a lo largo de su historia. Además, en este caso puntual el anuncio se venía promoviendo desde varios meses antes. Y así como una especie de entrenamiento nos fueron preparando para sacarle dos ceros a la moneda.

El 15 de abril de 1969 el gobierno del general Juan Carlos Onganía, había promulgado la "Ley 18.188". En realidad, correspondería llamarle "decreto" ya que provenía de un gobierno de facto. La norma establecía que nuestra renovada unidad monetaria sería un nuevo peso que equivaldría a 100 pesos moneda nacional.

Onganía.

Para que el público se fuese acostumbrado a la conversión, se dispuso que mientras se confeccionaran los nuevos billetes con el nuevo diseño, se continuaran emitiendo los valores existentes pero resellados con los nuevos valores. Hasta en los quioscos se vendían sellos que sostenían la leyenda "Pesos Ley 18.188". Así, los billetes de 100, 500, 1.000, 5.000 y 10.000 (m$n) fueron convertidos a 1, 5, 10, 50 y 100 "Pesos Ley" (como se pasaron a denominar vulgarmente). Una curiosidad fueron las chiquitas monedas de aluminio de 5 centavos que el cambio monetario también trajo.

Mientras tanto, la inflación, la pérdida del valor adquisitivo y la devaluación iban haciendo de la suyas. "Los salarios van por la escalera y los precios por el ascensor", diría otro general.

Éramos millonarios

Hasta la década del '50, un millonario era lo que había sido siempre, tal como lo sugiere la palabra: alguien cuyo patrimonio reunía un millón de pesos o más. Aún en cualquier país normal del mundo sigue siendo así. La vigente banda de pop latino "Bacilos", originaria de Florida (EE.UU.), actualmente sigue cantando: "Yo solo quiero pegar en la radio /para ganar mi primer millón /para comprarme una casa grande/donde entre tu corazón". Y más allá, de lo cursi de la letra la expresión es toda una definición.

Pero en menos de 20 años; desde esos '50 hasta los referenciados 1970, la definición de "millonario" había dejado de ser válida para Argentina. Como decía el tango: "veinte años no es nada", y así cualquier hijo de vecino podría haberse considerado millonario, ya que cualquier cosa medianamente importante valía muchísimo más que un millón. Por ejemplo, en 1969 (sobre propagandas de concesionarias de autos promovidas en revista "Parabrisas Corsa") un Renault Gordini valía 1.100.000$ y un Fiat 1.500 (4 puertas); 1.600.000$. El histórico "Fitito" 600, valía un millón.

Lo cierto es que a la hora de sacar cuentas por finales de los ‘60, las máquinas de sumar de escritorios de esos momentos no daban abasto (en tiempos obviamente, donde no existían las actuales herramientas electrónicas) para llevar adelante la contabilidad de una empresa, de un banco o de una corporación. Por eso se dispuso sacarle ceros a la moneda y pasar al peso ley 18.188. No será la última vez. Ni la primera. Ya lo hemos tratado al tema en otra nota de este espacio en Memo: "La moneda prestada. Un problema con historia" (20 /10 /2020).

Pero vaya como referencia algunos datos ilustrativos de diciembre de 1969, a días de ese 1 de enero de 1970. Un televisor para ver los pioneros canales mendocinos ("Canal 7" fundado en 1961 y "Canal 9" en 1965) costaba $35.000. Podía comprarse en varias cuotas y era una gran inversión para la familia que duraba años. Por ese momento la desocupación en Mendoza oscilaba el 3%. La inflación ese año 1969 fue del 7,6 % (alta para esa década). La deuda externa en 1969 era de 3.231 millones de dólares y el dólar costaba en el ‘69: $ 3,50. Índices muy bajos si comparamos con el momento.

Ironía mediante, haremos un juego fantasioso que hoy podría ser un consuelo. Es juego y parece un chiste. Recordemos que hemos retirado dos ceros a nuestra moneda. Ese televisor que costaba 35.000$, actualmente valdría $350.000.000.000.000.000. O sea, TRESCIENTOS CINCUENTA MIL BILLONES DE PESOS, si consideramos que desde la ley 18.188 del 1 de enero 1970, hasta la fecha nuestra moneda perdió 13 ceros. En el fondo ahora seríamos archimillonarios y parece chiste. Pero es real. Nuestra moneda en 51 años perdió 13 ceros.

Ahora en un plano concreto y fuera de cualquier juego, aclaremos que la inflación acumulada desde diciembre de 1969 a diciembre de 2021, según la suma correlativa de los índices anuales de INDEC sería actualmente de 10.043 % para ese período (pero con la consideración que desde 2006 a 2015 las mediciones oficiales estaban muy alejadas de las mediciones de consultoras privadas, por lo cual podríamos determinar para ese mismo tiempo, diciembre 1969 - diciembre 2021, una inflación acumulada de 10.200% aproximadamente).

Agrego para matizar un ejemplo: el sueldo promedio de un empleado de comercio por ese tiempo era de 2.500$. Y si lo sueldos al menos le hubieran empatado a la inflación como tanto se declama, aquel empleado de Casa Tía, Gath&Chavez, A la Ciudad de París, La Balear, El Pingo, El Guipur, Arteta, Heredia Funcional, The Sportman, Casa Galli, Simoncini y Gómez, Rey Desa, Ferretería Alsina, Los 3 Gorditos, Librería Belgrano, El Mercado Central, La Palmada, Especies Ficarra, Lotería París, Vendemmia, Casa Bermúdez, Funeraria Boito, Felipe Bellene, Tintorería Tri, Confitería Española o de El Pichón de Rivadavia ganaría hoy algo más de 250.000$ de básico (lejos de los básicos actuales), aunque como razonablemente me comentó un especialista y estimado amigo: "los valores nominales son difíciles de comparar. La mirada debería hacerse desde el poder de compras que ese salario tendría. Es decir, el equivalente en bienes que puedes comprar con ese sueldo". (José L. Lanzarini).

Aunque de una u otra manera la caída del poder adquisitivo sigue siendo notaría, y otra vez ocuparemos la repetida frase en esta columna: "ayer, hoy y ojalá no sea para siempre".

1970: Cuando las aguas bajan turbias

Un fuerte aluvión sobre la Ciudad de Mendoza los primeros días del año '70 pareciera avizorar el panorama de los tiempos que se vendrían. Precisamente el domingo 4 de enero de 1970 una fuerte tormenta del típico verano mendocino sembró el caos y la muerte. La gran cantidad de agua caída produjo la ruptura del dique de contención Frías ocasionando el desborde del zanjón y de otros zanjones de la ciudad. Aproximadamente eran las 18 de esa jornada que había vivido días previos de agobiante calor. "En una loca carrera buscando la pendiente la masa líquida arrasa con numerosas viviendas de Villa del Parque, donde se estima que la destrucción del asentamiento es total y el número de muertos se estima en 25 personas. El primer frente de agua sobre Avenida San Martín suma a su bagaje: sillas y mesas. Rápidamente aumenta la intensidad de la lluvia y la corriente. Los automóviles comenzaron a ‘navegar' por las calles agolpándose uno contra uno en agitada destrucción" (Los Andes - 5 de enero de 1970).

Todo parecía provisorio

Mendoza del '70 estaba gobernada por el general de brigada José Eugenio Blanco, quien ocupó la primera magistratura mendocina durante casi todo el régimen de Onganía, inmediatamente después del golpe de estado a Arturo Illia en 1966 y hasta la salida de Onganía en junio de 1970 cuando fue reemplazado por el general Roberto Marcelo Levingston.

Levingston.

Onganía había llegado a la presidencia con la autodenominada "Revolución Argentina". Fue el líder del bando "azul", uno de los dos sectores en que se dividieron las Fuerzas Armadas argentinas luego del golpe de 1955 que derrocó al peronismo.

"La morsa" Onganía, como se lo conocía en la jerga castrense, tenía un plan de perpetuidad bajo la forma de "estado burocrático - autoritario" (concepto de Guillermo O'Donnell) consistente en anular todos aquellos mecanismos políticos y democráticos con el fin de restablecer un determinado orden social y económico.

"Nos quedaremos lo que debamos quedarnos. Esto es un proceso largo. No se puede reestructurar la sociedad en 10 o 20 años. Si es preciso debemos modificar la constitución. Pensemos, y tomemos el ejemplo del período transcurrido entre la Revolución de Mayo y la sanción de la Constitución Argentina de 1853. Fueron más de 40 años. A eso debemos apuntar". Son palabras de Onganía ante los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Retorcida imaginación de "la morsa". El '69; año también del "mayo francés", había contagiado a todos. Hasta a Onganía y su "imaginación al poder". Para seguir jugando con trascendentes sucesos mundiales de ese momento: "Onganía creía haber llegado a la luna", decía la prohibida revista Tía Vicenta.

Pero la dura coyuntura determinará otra cosa. En junio de 1969 su gabinete renunciará en pleno. En ese recambio un mendocino ocupará la cartera de educación nacional: Dardo Pérez Guilhou. Mientras tanto, el nuevo ministro de economía José Danigno Pastore convocó a paritarias para descomprimir la presión laboral, pero las aguas siguieron bajando turbias. Conflictos gremiales, paros activos, secuestros, asesinatos y puebladas en todo el país habían sentenciado el tiempo del "onganiato".

Al cambio de "los pesos ley" por las devaluaciones, pérdida de poder adquisitivo e inflación, se sumaba la "ley de arbitraje obligatorio" (en lo laboral) condicionando la posibilidad de hacer huelgas. Y vaya paradoja, quien asumió con el acompañamiento del sindicalismo (que festejó la caída de Illia y hasta fue a la asunción de Onganía), ahora también se ponía en contra. Del amor al odio hay en trecho corto, dirá un dicho popular. O tal vez, como casi siempre en estas lides: ni amor, ni odio, solo intereses.

Y así una larga lista de protestas y sucesos de enorme relevancia social y política comenzarán con la escalofriante "noche de los bastones largos" y el atroz atropello a la universidad pública. Y si bien el hecho se cristalizó puntualmente en cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión del gobierno de facto de intervenir las universidades y anular el régimen de gobierno autónomo de las facultades argentinas, marcó un hito que afectó gravemente a toda la ejemplar y reconocida educación del país en el mundo entero.

Vaya otro ejemplo de lo inexplicable del momento en medio de los más de 400 decanos, consejeros, docentes, administrativos y estudiantes universitarios detenidos, de la renuncia de 1.378 docentes y de los 301 profesores e investigadores que tuvieron que emigrar tras la noche de locura. El ejemplo es Federico Luis Leloir. Docente y médico egresado de esa UBA vapuleada que en 1970 obtendrá el Premio Nobel de Química, y que cuando recibió la noticia de su reconocimiento extraordinario no cambió la rutina: estudio y trabajo como la clave del mérito.

"(...) Se vistió con calma, desayunó con los suyos y condujo su Fitito hasta el laboratorio en el barrio de Belgrano. La noche previa le había adelantado la noticia un periodista que buscaba la primicia de un reportaje. Leloir aceptó los saludos y felicitaciones de sus colegas y atendió a los periodistas. En los días sucesivos nos enteramos de su modestia y frugalidad, de su silla atada con alambres, de su habilidad para improvisar artefactos imposibles de conseguir con los contados recursos que tenía, de su bonhomía para responder preguntas superficiales sobre el rol de la ciencia y de sus descubrimientos, y de su invención no reconocida de la salsa golf". (Francisco Babinec. "La arena". 8 /11 /2020). Ese era Leloir uno de los miles de egresados de la ejemplar universidad argentina.

La previa y el final

La censura a los artistas, "el rosariazo", "el cordobazo", el asesinato de Vandor, el surgimiento de guerrillas urbanas como FAR, FAP, ERP y Montoneros, el secuestro y asesinato de Aramburu, fueron las notas contundentes que terminaron volteando a Onganía. Lo sucederá otro militar: Levingston.

Mientras en Mendoza con el cambio de gobierno nacional, también renunciará José Eugenio Blanco y será reemplazo por la intervención federal del caudillo del Partido Demócrata: Francisco "Pancho" Gabrielli. Así pues, quien ya había sido gobernador democrático, llegaba en 1970 nuevamente al sillón de San Martín, esta vez de la mano de un gobierno de facto. Aquel "mendozazo" de 1972 marcarán el fin de su gestión.

Gabrielli.

La historia dirá que tanto él, como su centenario partido, por muchos años no pudieron escapar a las generales de la ley. Pero todo eso dará para otra historia plagada de luces y sombras como la vida de cualquier vecino. 

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