Alberto Fernández y su Parlamento Paralelo antes que el Congreso de la Nación

El amplio espectro que consiguió delegarle el rol de Presidente a Alberto Fernández funciona como un cuerpo colegiado no votado, pero fáctico que exige y condiciona. Y tiene doble chance, porque también integran el Congreso que sí está avalado por la Constitución.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Cuando el peronismo y el kirchnerismo lograron conformar listas de unidad y, de ese modo, reconquistaron el poder, no resolvieron quién lo detentaría y es eso lo que está en discusión ahora, a escasos días de la transferencia de mando simbólico entre Mauricio Macri, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Ese dilema probablemente siga siendo tal a lo largo del tiempo, como fuente de una tensión y disputa que le otorgue sentido al núcleo político.

Al denominarse Frente de Todos atinaron: la diversidad y cantidad de sectores que componen el espacio hoy constituyen un Parlamento Paralelo, no constitucional, aunque fáctico, al que le debe respuestas el designado para ejercer la Presidencia. Ese cuerpo heterogéneo que reúne intereses políticos, sociales, económicos y personales, está integrado solo por "ganadores". Todos se sienten artífices del retorno al poder y, como tales, no admiten un "no" de su presidente designado, sino respuestas concretas para sentirse parte del nuevo gobierno.

En este esquema, para Alberto Fernández le debe resultar más preocupante conformar y contener a esa masa sustanciosa con la que no podría estar en el lugar en el que va a estar, que atender los asuntos que le demande el Congreso de la Nación en donde, dicho sea de paso, los más relevantes representantes del Parlamento paralelo (un politburó dinámico,voraz  y si se quiere, impertinente, a la luz de lo establecido por la Constitución a establecer el ordenamiento político) también tienen voz y voto en el Congreso de la Nación y, por lo tanto, doble chance de veto en caso de quedar disconformes con alguna de sus decisiones.

Le ponen y sacan ministros, exigen áreas de relevancia fundamental para el manejo de fondos o administración de libertades personales, control social e institucional. Condicionado así como está la gran duda es si este Parlamento no formal ni constitucional, tiene o no reglas de funcionamiento claras o, directamente, es capaz de fagocitarse la soberanía popular por autoarrogarse atribuciones superiores de representación corporativa. Si no se sintiera satisfecho por las decisiones que se tomen en Casa Rosada, ¿cuáles serían sus decisiones en torno a la continuidad de la persona que los inconforma?

Muchos reinterpretan algo que no está disponible para reinterpretaciones y es aquello de que "el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes". Se puede soñar con algo distinto, pero para volverlo realidad hay que conseguir los respaldos que pide la Constitución para modificarla y, recién allí, poner en práctica una forma nueva de gobernar. Y los representantes surgen del voto popular en las urnas, no por aclamación ni por "sectores". Por eso, antes de inquietarse o sugestionarse, y peor aun: de culpar o entrar en acciones agoreras, el deber del resto de la vida política democrática es hacer garantizar el funcionamiento del diálogo, que debería ser multidireccional, político (en el sentido de respetar el sistema de partidos y no solamente a la multiplicidad de voces que acompañan desde el mismo lugar) y no corporativo.


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