Escuchando el viento de cambio

Isabel Bohorquez se auxilia en Hannah Arendt para analizar la realidad, en un texto profundo que invita a la reflexión: "¿Hemos banalizado nuestros errores y espantosos olvidos? ¿Hemos naturalizado las escenas de violencia y de muerte al punto que son una rutina en nuestra vida cotidiana?", se pregunta.

Isabel Bohorquez

Afirma Hannah Arendt que lo verdaderamente (humanamente dice ella) importante no es que el hombre entienda el mundo, sino que se entienda con los demás hombres (y en esa medida es que renunciaría a utilizarlos y dominarlos)[1].

Por estos días dan vueltas por mi mente algunas expresiones notables del pensamiento de Hannah Arendt.

Pienso en nuestra Argentina que se fragmenta entre quienes deberíamos ser claramente compatriotas, ciudadanos, paisanos...

Celebro la discusión y el debate que se ha establecido a partir del DNU y la Ley Ómnibus, tamaño revuelo de diputados presentando sus puntos de vista en pleno enero es un hecho excepcional.

Los ciudadanos de a pie miramos con asombro lo que tendría que ser una práctica continua y sostenida para velar por un marco jurídico actualizado y consensuado con todos los sectores de la sociedad.

Un momento ejemplar para mí, ha sido el que protagonizó Marina Charpentier, madre del cantante Chano Charpentier de Tan Biónica -en el marco de las reformas a la ley de Salud Mental y siendo ésta, parte del megaproyecto enviado por el Gobierno al Congreso-, que me conmovió profundamente y pensé: es por acá.

No todos podemos tenerla clara en todo.

No todos podemos saberlo todo.

No todos podemos tener la razón en todo.

Esta mamá presentó su vivencia legítima y sincera. Sin apostar a maniobras de acuerdos de poder ni a alianzas que, en el fondo de la cuestión, denigran las razones esgrimidas por las que se negocia

La madre de Chano se preguntó: "¿Qué estigmatización más grande hay, que decir que no puede haber un hospital psiquiátrico para enfermos mentales? Si existen sanatorios especializados en cardiovascular, ¿por qué no puede haber un hospital psiquiátrico donde vayan las personas que realmente necesitan ser atendidas?"

"¿Por qué los que defienden la ley, hablan de que el hospital es la cárcel y que adentro se tortura y se lo asocia con la ESMA? Por favor, dejemos de mirar para atrás, y miremos para adelante. El presente nos llama a la puerta, los pibes se están muriendo".

Incluso, confirmó: "Necesitamos que los legisladores salgan a la calle, que recorran las villas, muchas mamás vienen y me dicen: mi hijo ya murió porque el psiquiatra va una vez por semana al barrio"

La exposición de la mamá de Chano me inspiró esperanzas, ánimo para creer que una sociedad como la nuestra puede encontrar un camino que no sea la ideologización y la frontera política y puede albergar en sus propias instituciones un modo democrático y sensato de llevar adelante la vida en común.

Personalmente, sigo lidiando con seguir los avances de las comisiones y de encontrar un hilo en la discusión legislativa que conduzca a un cambio real y beneficioso para el presente y el futuro de nuestro país.

Necesitamos cambiar muchas cosas. Hay leyes obsoletas, ciegas a la realidad que duele y que golpea. La exposición de la mamá de Chano es un claro testimonio de que en Argentina hemos legislado tantas veces sin ver la realidad, debido al sesgo ideológico o por lo que sea...

Hay más de una manera de entender cada aspecto del conjunto de los asuntos que nos atañen como sociedad y es indispensable que las personas, instituciones y organismos que tienen un caudal de experiencias, recorridos y logros concretos en el tema que fuere, sean los que hoy tengan voz.

Que hablen, opinen y aporten los que pueden dar cuentas de que su voz es legítima. Como la mamá de Chano.

Ojalá el Congreso le abriera las puertas a más gente así.

Como si fuera la otra cara de la moneda, la marcha del pasado miércoles 24 fue -para mí- el típico mecanismo de presión que no aporta nada más que rencor y hostilidad.

¿Se puede estar en contra de todo? ¿O a favor de todo? Me parece imposible que eso sea posible.

El paquete de medidas contenidas en el DNU, así como la Ley Ómnibus tiene una diversidad tal que hace muy difícil aceptar la proposición de todo o nada.

Lo mejor que nos puede pasar es que cada sector preste atención a aquello que le concierne y al respecto aporte lo suyo.

Basta de presiones callejeras...basta de protestas que se asumen en favor de un Pueblo que en definitiva somos todos y que en ese ser el Pueblo la mayoría puede no sentirse representada por quienes vociferan en los micrófonos.

Me parece inadmisible que un gremialista o quien sea, en una manifestación pública amenace con tirar al río a un ministro... ¿eso acaso no es un delito? ¿Qué clase de representante es ése que adopta una actitud amedrentadora? ¿Qué clase de personas son ésas que amenazan y profetizan el fin de un gobierno que recién empieza?

¿Nos estamos convirtiendo en una sociedad violenta? Que acepta ese lenguaje y esos gestos porque en realidad, ¿los reconoce como propios?

Los delincuentes que vemos en la calle asaltando y matando por robar un auto o un celular, en el fondo ¿son hijos de esta sociedad que se amenaza entre sí y se escupe en la cara?

¿Nos las estamos viendo con nuestra propia siembra?

Vuelve a mi mente Hannah Arendt y pienso en un concepto que ella acuñó para hechos de una gravedad extrema: la banalidad del mal.

Esta magistral filósofa describe en esa expresión el proceso por el cual los actos de maldad pueden irse naturalizando a nivel colectivo y cómo esa percepción a nivel individual se desvanece. De pronto, los males cometidos son cuestiones que están afuera de mí, y gente común y corriente puede ser parte de procesos históricos tremendamente inhumanos.

¿Hemos banalizado nuestros errores y espantosos olvidos? ¿Hemos naturalizado las escenas de violencia y de muerte al punto que son una rutina en nuestra vida cotidiana?

¿Seguiremos siendo una sociedad que se atraviesa con sus propias espadas al punto de autodestruirse?

¿O podemos ser como esa mamá que lucha por su hijo, y en nombre de él por los hijos de tantas, y elevar nuestras voces?

Me duele un país donde la pobreza inaceptable tiene expresiones tan duras como en el Chaco profundo, o a la vuelta de la casa de cualquiera de nosotros...me duele que nos matemos por nada, me duele que construyamos muros donde debería haber preguntas, me duele la cerrazón que puede conducirnos una y otra vez a un perverso ciclo de derrotas y de decadencia. Considero que todo ello es una forma de banalidad del mal.

Y me resisto a ese callejón sin salida.

Quiero, como tantos en este país, que de una buena vez se abran las puertas de las instituciones para dar un debate real a nuestros problemas y solucionarlos.

Quiero que nuestro presente augure un mañana en paz y con una conciencia de genuina tolerancia, donde el progreso y el bienestar no sean una promesa mentirosa rodeada de los fantasmas de siempre.

Quiero, como dice la canción, que se escuchen los vientos de cambio.



[1] Hannah Arendt, La condición humana, Ediciones Paidós, Bs As.,1996

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