"Cualquier Hierro Viejo", ironía y erudición

Mauricio Llaver, periodista, viajero, lector y director de Punto a Punto, repasa una novela asombrosa de Anthony Burgess publicada en 1987.

Mauricio Llaver

"Cualquier Hierro Viejo" comienza antes del hundimiento del Titanic y termina después de la creación del estado de Israel. Es una especie de "novela-río" de Anthony Burgess, publicada en 1987, que está entre los libros más llenos de erudición, ironía y escepticismo que he encontrado.


Lo primero es que Burgess -autor de una obra imposible de resumir en una sola columna periodística, pero conocido especialmente por "La Naranja Mecánica"- no sólo desarrolla personajes de todo tipo, desde taberneros galeses hasta instructores en terrorismo, sino que despliega conocimientos de historia, lenguas, literatura, gastronomía, música, celos maritales y temas varios, en un derroche asombroso de conocimientos. Y lo hace en una mezcla de caracteres galeses, ingleses, rusos, judíos, todos entrelazados como para darle un gran sabor a la narración.

La novela describe con detalle numerosos episodios de la Segunda Guerra Mundial, pero hay dos que sobresalen, según mi criterio. Uno, el conocimiento previo de los aliados occidentales de cómo los soviéticos repatriados iban a ser masacrados a su regreso a la URSS por el puerto de Odessa (donde Burgess no deja de hacer menciones a las famosas escaleras de "El Acorazado Potenkim"). Y el otro es cómo los soldados del bando triunfante (británicos que estaban presos en Polonia) tuvieron que afrontar una horrorosa desmovilización cuando se retiraron los alemanes, y quedaron abandonados a la buena (o a la mala) de Dios en pleno invierno europeo hasta que encontraran la forma de subirse a algún barco que los llevara de vuelta a casa.

Las reflexiones sobre la guerra que hace Burgess están llenas de ironía: "La esencia de la guerra moderna era que uno mataba a distancia, anónimamente y sin animosidad inmediata. Uno mataba, u ordenaba matar, con un espíritu generoso y mantenía la generosidad de espíritu no tomando conciencia directa de la agonía y el aniquilamiento de la propia víctima".

Pero sus reflexiones sobre la condición humana tienen una enorme contundencia, como le ocurre a Reg Jones después de un discurso durante un concierto en Moscú, en el cual pretendía criticar a Stalin pero que el público interpretaba como una crítica a Hitler: "No había, decidió, sentado en la silla y secándose la húmeda frente, nada en el mundo que no fuera ambiguo".

"Cualquier Hierro Viejo" tiene más de 400 páginas de tipografía pequeña, pero no hay una sola palabra que le sobre. Es para zambullirse en el talento inmenso de un autor de excepción, tan enorme y prolífico que muchos de sus grandes libros parecen notas al pie dentro de su propia obra.


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