El piloto de tormentas

La historiadora Luciana Sabina realiza una analogía entre los vaivenes que le tocó sobrellevar a Carlos Pellegrini con los que afronta Javier Milei.

Luciana Sabina

Ante nuestra permanente realidad compleja, rastrear en el tiempo otras crisis resulta tentador. Frente a las mismas hallamos dirigentes incapaces, pero también a verdaderos estadistas, y entre éstos últimos a Carlos Pellegrini.
Este hijo de inmigrantes tenía una larga trayectoria política que le permitió, junto al apoyo de Julio A. Roca, llegar a la vicepresidencia de la Argentina. Siendo, justamente, el segundo de Juárez Celman asumió el poder tras la renuncia obligada del cordobés, en el marco de una crisis política y económica descomunal.

Para Pellegrini no fue fácil, tuvo por delante un mandato presidencial de veintiséis meses, durante los cuales logró estabilizar la economía, principalmente a través de una reestructuración financiera.

Para variar, teníamos una gran deuda y Victorino de la Plaza -futuro presidente- fue enviado a Inglaterra para negociarla, logrando la moratoria esperada.

Mientras tanto, el presidente aplicó medidas de ajuste, una de ellas fue la suspensión de las obras públicas, entre las que se hallaba la construcción del Congreso Nacional. Edificio que fue terminado recién años más tarde, durante la segunda presidencia de Roca y bajo la responsabilidad del mendocino Emilio Civit.

Durante sus horas difíciles Pellegrini escuchó a unos y otros para encontrar la solución. Por la Casa de Gobierno desfilaron representantes de todos los sectores: el comercio, la industria, la ganadería y la agricultura.

Estas acciones sentaron las bases para un período de prosperidad económica, motivo por el cual se le conoció como "el piloto de tormentas", siendo unos de los referentes que permanentemente menciona Javier Milei como inspiración.

Bajo su liderazgo, se derogaron la censura y el estado de sitio instaurados durante el gobierno de Juárez Celman. Pellegrini fue, además, un defensor temprano de la industrialización de Argentina, en una época dominada por la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Además, abogó por los derechos civiles de las mujeres, proponiendo el reconocimiento del sufragio femenino.

Aquella era una Argentina que apostaba por el trabajo, el progreso y la educación, un verdadero paraíso para la inmigración de la que muchos hoy somos orgullosos descendientes.

El Estado no daba dádivas, generaba herramientas y estructuras para el crecimiento del sector privado, algo que por suerte vuelve a estar entre los planes nacionales.

Cabe destacar que algunas de las políticas que llevó a cabo Pellegrini implicaron un fuerte control sobre la economía, algo con lo que -como liberal- no comulgaba. Por esto recibió críticas de sus pares ideológicos a las que respondió:

"Cuando hace falta, el Estado debe meterse en la vida económica, y si no es indispensable no debe hacerlo. Así de sencillo".

Como vemos, muchas veces mirar hacia el pasado nos puede embriagar de futuro. 

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